Reportaje | Fútbol, cañas y pinchos: un hábito que vuelve a ser codificado para la hostelería

Reportaje | Fútbol, cañas y pinchos: un hábito que vuelve a ser codificado para la hostelería
El Sport Café, en Marqués de Pontejos, permite ver dos eventos a la vez | Javier alborés

Lo que tradicionalmente representaba una excusa para un plan de amigos, cena y un puñado de emociones, incluidas discrepancias más o menos salidas de tono, se ha convertido en una actividad en peligro de extinción que requiere incluso googlear para encontrar el local apropiado. El hábito del consumir fútbol en el bar se ha ido apagando a medida que los precios de las licencias se hacían cada vez más difíciles de asumir para los establecimientos, lo que por otra parte repercute en un nicho de mercado cada vez más grande para negocios que alcanzan la etiqueta de ‘especializados’. 


Si la llave del Plus representa un icono para la generación de los bares de los 90, el descodificador posterior y sus alternativas piratas crearon un boom que llenó la hostelería cada noventa minutos, ya fuese para un partido del Calcio o un clásico. Sin embargo, para Héctor Cañete, presidente de la Asociación Provincial de Hostelería de A Coruña, son recuerdos de un tiempo pretérito. “Es algo que pasó a la historia. Hubo el boom del fútbol, donde ver lo había en los bares y con los precios disparatados ha desaparecido en la mayoría de locales”, reconoce. “Los costes son carísimos, están totalmente disparados desde que pusieron la licencia de bar, tienes que facturar todas esas cantidades, además del trabajo de servicio”, añade.

 

Licencia especial
Y es que el fútbol en abierto resulta un rara avis que apenas deja alguna migaja, más allá de alguna final de la Copa del Rey. Tampoco basta con una suscripción al uso del hogar, ya que la exhibición pública requiere de esa licencia especial que referencia Cañete, y que supone un desembolso de 450 euros de media, según operador. Y eso porque A Coruña no supera los 250.000 habitantes. Cuando lo consiga también supondrá unos 50 euros más para el hostelero. Se trata de precios para exhibir el fútbol de Primera y Segunda, así como la Champions League. Ver el Depor, al menos hasta su regreso al fútbol profesional, implica otros 60 euros al mes para el operador de streaming que ostenta los derechos. 


Ajeno a la crisis se mantiene en la calle del Marqués de Pontejos el Sport Café. Inaugurado por el exfutbolista Bodelón, el ahora entrenador del Liceo Juan Copa y el judoka profesional Roberto Naveira, lleva décadas teniendo la multiexhibición deportiva como principal reclamo, entre las ocho de la mañana y las cuatro de la madrugada. Su actual reponsable, Juan José Barro, un amante del judo, cree que es precisamente la sed de consumo colectivo lo que mantiene el local a pleno rendimiento. “Tenemos tres descondificadores y a mayores pagamos 60 euros al mes por el Deportivo, es la fórmula legal para poder ofrecer tanto deporte”, advierte. “Trabajamos muy bien y lo rentabilizamos, porque tenemos clientela de todas las edades y a todas horas”, añade. Por ejemplo, cifra en medio centenar los clientes que acudieron a propósito para ver el último combate de Khabib Nurgamoedov en la UFC de artes marciales mixtas.

Propuesta de barrio


Lejos del centro, en la calle de Rafael Alberti del barrio de Elviña, los apenas 50 metros cuadrados de El Tío Juan se concentra una oferta deportiva que mantiene a pleno rendimiento las dos pantallas durante todo el horario de apertura. Cada una con un partido o un evento distinto: Desde la Premier League inglesa (la dueña es aficionada del Liverpool) al Liceo de hockey, pasando por las motos (altar a Marc Márquez incluido) o el tenis.


Su responsable, Patricia Gómez, se deja más dinero en ese servicio que en el propio local en sí. “Pagamos más de deporte que de alquiler, pero me compensa, porque en los locales de alrededor no existe esa opción”, subraya la hostelera, que tiene claro cuáles son los platos fuertes. “Con el Depor y el Madrid lleno el bar, aunque hay algunos del Madrid que vienen más a ver perder el Barça”, bromea la también presidenta de la Peña Deportivista El Tío Juan. Motos, Fórmula Uno, Euroliga de baloncesto, Deportiva Abanca o tenis completan el menú. 


Tanto el Sport Café como El Tío Juan coinciden en señalar, además, el duro golpe que resulta la piratería. “Ha beneficiado a unos y perjudicado a otros”, asumen ambos.

 

El deporte no es, sin embargo, propiedad exclusiva de la hostelería tradicional. El ocio nocturno tiene sus propios templos, especialmente vinculados, por horario, a las ligas americanas. La taberna irlandesa Penique, en la cuesta de la Unión, es posiblemente el bar más referencial para la noche de Superbowl, aunque durante el día también ofrece fútbol e incluso carreras de caballos. 


Por su parte, el pub Vela, en Sinfónica de Galicia o calle de Costa Rica, fue la opción elegida durante años para los amantes de la NBA y de los más esperados combastes de boxeo. Todo ello con el mejor rock y blues de la historia. Incluso la propia NBA llegó a tener un bar con el nombre de la liga y decoración de hall of fame en la zona de Riazor, aunque el experimento duró unos pocos meses. 

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