Juana María de la Vega Martínez y Losada, Condesa de Espoz y Mina, hija de familia liberal que nace en La Coruña el 7 de marzo de 1805 y fallece en dicha ciudad, el 22 de junio de 1872, fue una escritora y promotora del bienestar social en su ciudad natal. Su casa fue un foco de tertulia liberal. Su padre, Pedro José Antonio de la Vega, era comerciante, y su madre Josefa Martínez Losada, una apasionada de la lectura, que inculcan a su hija el ideario liberal, frente al imperante absolutismo de Fernando VII y las consecuencias que por ello padecen, igual que el resto de los españoles.
Juana se educa según los cánones de la Ilustración, quitando a las mujeres de la ignorancia a que estaban sometidas, el principio intelectual de aquel movimiento civil, beneficiándose de una educación académica que se desarrolla en su propio domicilio, siendo instruida en las letras y humanidades, colaborando activamente en esta educación su madre.. Su formación incluye el apartado doméstico, bordado, música, baile, dibujo, idioma extranjero (francés), aritmética, gramática y una instrucción de la Ilustración, específicas estas asignaturas para las jóvenes de la distinguida sociedad.
Una educación que inculca los valores del trabajo y distinción de la vida social, así como el culto del saber más apropiado. Los avatares de su vida la tienen en alerta, por el ideario familiar. Durante la campaña napoleónica, su padre es procurador síndico del Ayuntamiento coruñés y miembro de la Diputación provincial, y al establecerse el absolutismo de Fernando VII en 1814, es inhabilitado durante dos años para cargos públicos. Al año siguiente, toma parte en la causa de Juan Díaz Porlier, en favor de la Constitución de Cádiz de 1812, y al fracasar esta, se exilia en Portugal. Tras el triunfo liberal de 1820, se le elige vocal de la Junta de Gobierno que se forma en La Coruña y en 1823 vuelve al exilio en compañía de su hija, la cual acababa de contraer matrimonio con el general Espoz y Mina.
La boda se celebra por poderes el 25 de diciembre de 1821, en su casa natal de la calle Real, y el acta matrimonial se levanta en la iglesia de San Nicolás. Ella apenas contaba 16 años y el general Mina andaba en los 40. Esta unión le marcaría para el resto de su vida, al intuir los riesgos que sobre ella recaían, pese a las adversidades, asumió sus riesgos hasta el final y fue siempre fiel a su compromiso contraído.
Espoz y Mina es enviado a Cataluña para hacerse cargo de la lucha contra los realistas fernandinos, quienes proclaman la Regencia de Urgel a favor de Fernando VII y con ello, la vuelta al absolutismo. En este caso, su esposa Juana no podrá acompañarle, según sus palabras: “El destino nos obligó a separarnos repetidas veces”. Cuando se restaura en 1823 el régimen absolutista, Mina tiene que abandonar España y se exilia en Reino Unido, junto con su mujer, Juana y el padre de esta en 1824, donde permanecen hasta su regreso en 1833. Tres años más tarde fallece el general Mina, que contaba entonces 55 años y su esposa Juana, treinta.
Las Cortes le otorgan a Juana, el título de Condesa de Espoz y Mina, por los servicios prestados por el general y a Isabel II. Desde ese momento no deja de velar el recuerdo de su esposo, entre otros objetos, guardará en una urna de ébano y plata, el corazón de su marido, que descansa junto con Juana en su última morada en el Campo Santo coruñés de San Amaro. En 1837 regresa a La Coruña y los salones de su casa se convierten entonces en el lugar de reunión de toda la sociedad liberal.
En 1841, en la Regencia de Espartero y bajo indicación de los tutores de la futura reina de España Isabel II, eligen en el mes de julio a Juana María de la Vega, Aya de Isabel II y de su hermana Luisa Fernanda, siendo camarera mayor desde 1842, cargos que desempeña hasta 1843, cuando Narváez pone fin, a la Regencia de Espartero. Por esta labor, recibirá Juana duras críticas de la oposición, en sus memorias recoge unas acertadas palabras: “Una señora de mis ideas políticas de educación liberal, que su Majestad, como reina constitucional de España debía recibir”. Su deber era convertir la corona, en la reina de todos los españoles.
Siendo depuesta de sus cargos en palacio, tras la caída de Espartero, regresa a La Coruña, donde prosigue su vida social, política y cultural. En 1852, después de escuchar a Pablo Sarasate en su casa de la calle Real 56, en una sesión única, logra que actúe en público días más tarde en el Circo de Artesanos y se convierte en su protector, sufragando los gastos de sus estudios en Madrid. En su recuerdo, Sarasate le dedica en 1882 su primera composición.
Será la fundadora de la Asociación de Señoras de La Coruña en 1838, cuya junta preside, su finalidad, el cuidado de los niños expósitos y asistir a los enfermos del Hospital de la Caridad. Cuando la epidemia de cólera 1853-1854, se hace cargo del asilo y hospicio provincial, se ocupa de recaudar los fondos precisos y por su esfuerzo en 1854 recibe el título de Condesa de la Caridad con Grandeza de España, rechazando tal distinción. Su actividad se extiende a la educación y funda una escuela para niños pobres, dirigida por las Hijas de San Vicente de Paúl, en 1863 crea otra escuela para adultos jornaleros en su propia casa de la calle Real, en la que impartió clases nocturnas.
Su testamento incluye una cláusula sobre creación de una Escuela de Agricultura, constituyendo una fundación que lleva su nombre, la cual existe. Cediendo para ello, la casa que poseía en San Pedro de Nos, para difundir por Galicia todo lo relacionado con el desarrollo de la agricultura. Sus memorias fueron publicadas en 1910 en Madrid por el Congreso de los Diputados, presidido por José Canalejas.