El Aquarium Finisterrae ofrece unas instalaciones muy familiares y de fácil acceso. Desde 1999, fecha de su fundación, los coruñeses acuden a la sala Nautilus para contemplar como sus especies, entre las que hay gran variedad de tiburones, conviven. Sin embargo, existen secciones que no suelen estar abiertas a todos los públicos y que mantienen a flote sus múltiples actividades didácticas gracias a su equipo de profesionales. Estos lugares ocultan secretos que algunos visitantes descubrieron ayer en ‘La trastienda del Aquarium’.
“Muchas personas deseaban poder conocer estas instalaciones”, comenta Francisco Armesto, director técnico del Aquarium, al revelar el interés que inspiró la iniciativa: “En el acuario tenemos una gran cantidad de espacios que están al servicio de lo que se muestra y a los que las personas no pueden llegar, como las salas de filtro o aquellas en las que se hacen estudios de aguas marinas”.
La labor del numeroso personal dificulta la entrada de visitantes en estas zonas; sin embargo, la reducción de los servicios y del plantel durante los fines de semana permitió que se llevase a cabo la actividad. A lo largo de dos horas, un pequeño grupo de doce personas recorrió diez áreas distintas. En su camino, su guía desveló los misterios alrededor de las salas de bombeo, la cocina, o la de cuarentena, dónde atienden a los animales que están enfermos.
Algunas secciones resultaron mucho más llamativas para los espectadores. El laboratorio destacó como punto neurálgico del centro para la supervivencia y el mantenimiento de la variedad de peces y mamíferos que habitan estos entornos.
“Todo lo que sucede en el agua del Aquarium lo mantenemos desde ahí. A diario un acuarista recoge muestras de los tanques que tenemos y las analiza desde todos los parámetros físico-químicos”, cuenta Armesto al detallar estos procesos para la supervisión de las condiciones del ambiente de “sus inquilinos”.
A pesar de tener una relevancia algo menor, la sala de cultivos auxiliares posee su propio encanto. Más allá de la labor para el mantenimiento de las especies marinas, las algas guardadas en las bolsas que las protegen generaron unos colores adictivos. Los reflejos de las luces blancas de la pequeña habitación proyectaron un fascinante efecto visual que no dejó impasible a nadie.
El carácter mundano de la cocina de una casa nada tiene que ver con la del centro. La supervivencia de la variedad de especies requiere una amplia gama de electrodomésticos de enormes dimensiones capaces de procesar las toneladas de alimentos que se preparan.
“Del acuario salen a diario unos 40 kilos de comida para los mamíferos y, según que día, 80 para los peces e invertebrados”, detalla Armesto. El técnico pone a los erizos de mar como ejemplo. Su sustento requiere que el personal acumulé algas de los distintos hábitats del centro.
Uno de los puntos más esperados e interesantes quedó para el final del recorrido. Este lugar era la sala técnica del ‘Nautilus’. La zona bautizada en honor al submarino del capitán Nemo posee una espectacular vista bajo el agua de la fauna marina que requiere de un trabajo que se orquesta alrededor de un área situada en su parte superior.
Los visitantes pudieron conocer como los buzos se preparan para salir desde esta zona. Sus entresijos y complejidades subrayaron el esfuerzo necesario para mantener este oceanario; un departamento que contiene cinco millones de litros de capacidad en sus 50 metros de largo y 25 de ancho.
A pesar del éxito de ‘La trastienda del Aquarium’, la rutina impide que se celebre con frecuencia. No obstante, Armesto, asegura que se intentará mantener una periodicidad mensual.