Tras varias novelas eróticas, la coruñesa Sibila Freijo vio la necesidad de volcarse personalmente en una novela, que resultó en ‘La Sal’, que esta tarde presenta en Santos Ochoa (Teresa Herrera, 3. 19.00 horas) y que nace tras la muerte de su padre, “como manera de procesar el duelo”, y como un proceso “curativo”.
Es un salto de la novela erótica a esta más autobiográfica.
El autor siempre está en sus libros y, en los otros, aunque no tenían de autobiográfico, siempre está el autor por ahí asomando la patita. Y también había humor, que también lo hay en esta. Soy la misma escritora, lo que cambia es la trama y, evidentemente, la trama de ahora es más dramática y me toca mucho porque son circunstancias personales mías y lo otro era un mundo de amor, lujo y sexo. Es un registro muy distinto, pero me he sentido cómoda en los dos, aunque esto ha sido más doloroso.
Destaca justo el uso del humor, incluso al hablar de la muerte.
La muerte es tan incomprensible y horrorosa que no se puede explicar si no es bajo un cierto tamiz de humor negro o perplejidad, porque si no uno no puede acercarse a ella. Creo que la trato de una manera muy verdadera, porque una de las cosas que cuento es que acompañé en la muerte a mi padre, con el que me llevaba tan mal. Y ese momento fue precioso, porque es de las pocas cosas que hicimos juntos. Para mí, el recuerdo de la muerte, aunque amargo, es bonito. Trato de desmitificar la muerte.
Se vuelca por completo hablando de la familia. ¿Existe algún temor a la reacción que puedan tener?
He de confesar que nadie de mi familia ha leído aun el libro. El protagonista, obviamente, no puede, a lo mejor lo está leyendo desde alguna parte. Pero creo que todo lo que está contado, todo el mundo implicado lo sabe. Son los efectos colaterales de tener un familiar escritor (ríe). Yo tenía que contarlo y espero que las personas que me quieren lo sigan haciendo tras leer el libro.
En el libro presenta una dicotomía sobre su padre, con el que no se llevaba bien, pero que fue una de las personas que más le ha marcado positivamente.
Absolutamente, mi padre tenía eso tan ambivalente: era encantador y maltratador, tenía esas contradicciones de ser un ser bastante tirano y despiadado, pero a la vez tan sensible y empático. Sí, la persona que más me hizo sufrir fue la que más me enseñó y con eso hay que lidiar. Y por eso durante mucho tiempo le disculpé, me dije que no fue el mejor padre del mundo, pero me transmitió todo su amor por los libros, el cine, la cultura... al menos me dejó eso. Hay otra gente a la que no le dejan ni eso. En mi caso no todo fue malo, no es un libro escrito desde el rencor. Trata de buscar explicaciones a las cosas, más que de echar culpas.
En ‘La Sal’ también aborda cómo el trato con su padre pudo afectar a su papel como madre.
Cuando eres madre te sale como el rencor de golpe, en caso de haber tenido una mala infancia y luego está el miedo de repetir tú lo mismo. A veces te reconoces en cosas de tu madre o padre y te da miedo caer en lo mismo, pero a la vez es inevitable y hay que aceptarlo. Oscar Wilde decía que toda mujer acaba pareciéndose a su madre, y es ciertísimo. Yo cada vez me parezco más a mi madre y hay veces que me he visto comportamientos similares a los que mi padre tuvo conmigo. Lo bueno es identificarlos. La cosa está en darse cuenta.