El reciente ataque por parte de un individuo a un conductor del autobús urbano, que sufrió varios cortes, rescata del recuerdo un suceso en el que un antecesor de este profesional resultó muerto.
Hay que retroceder a 1920. Desde 1917 la agitación social provocada por las reivindicaciones del movimiento obrero empezó a repercutir en el funcionamiento del servicio de tranvías. Huelgas a las que se sumaban los empleados, sabotajes e incluso un atentado tiñeron estos años de conflictividad.
El Ideal Gallego, en su edición del 26 de septiembre de 1920 señalaba que “en nuestra ciudad, al igual que en otros grandes centros de población obrera, se están desarrollando todos los medios de combate de que dispone el sindicalismo”. Venía a cuento porque al día siguiente comenzaba una huelga general.
El periódico no volvió a salir a la calle hasta el 19 de octubre. “Después de tres semanas de obligado silencio, como consecuencia de un paro general obrero, que alcanzó a los trabajadores de nuestros talleres nos hemos visto en la precisión involuntaria de suspender la publicación de nuestro periódico”, se explicaba en esa jornada de regreso. El diario resumía a continuación los principales sucesos ocurridos entre el 27 de septiembre y el 18 de octubre.
El más impactante de todos ellos se produjo el miércoles 29 de septiembre de 1920. Un atentado conmocionó a la ciudad. El tranviario fue uno de los gremios que no secundó la huelga general indefinida. Lo pagó caro. Eran las nueve de la noche cuando alguien arrojó una bomba contra el tranvía número 23, que circulaba por la calle Caballeros “cuando regresaba de Monelos en su último viaje”. En concreto, se arrojó sobre Domingo Rodríguez Freire, de 35 años, casado y con dos hijos, uno de tres años y otro de dieciséis meses. Fue la única víctima.
Los diarios de la época publicaron que Domingo era el conductor de este tranvía. En realidad, era el cobrador, según se puede verificar en los libros de actas de la Compañía de Tranvías. “El entierro del desgraciado tranviario constituyó una sentidísima manifestación de duelo y a la vez de protesta contra al atentado”, publicó El Ideal Gallego. Que se sepa, el autor material de este horrible suceso no fue detenido.
El servicio de tranvías no funcionó al día siguiente del atentado, esta vez no por motivo de una huelga sino en señal de duelo. La reparación del vehículo costó 1.900 pesetas.
Hubo más sucesos, pero no tuvieron la misma gravedad. El día 13 de octubre “una bomba estalló en la carretera del Pasaje entre el Sanatorio Quirúrgico Coruña y el chalet del señor Souto Ramos”, pero “afortunadamente solo se produjo la rotura de algunos cristales”. Además, sufrieron pequeños desperfectos por explosión de petardos en el vapor ‘Cabo San Martín’ (el 17 de octubre) y un “un almacén que los señores hijos de D. Benito Ares poseen en la parte posterior de una casa que se está construyendo en la calle de Rubine” (día 28 de septiembre).