Tres años de la primera noticia de covid a las puertas de los hogares coruñeses

Tres años de la primera noticia de covid a las puertas de los hogares coruñeses
Personal sanitario realiza una prueba PCR | Patricia G. Fraga

La jornada que cambió nuestras vidas y empezó a moldear el qué y cómo seríamos fue tal día como hoy hace tres años. Galicia resultó la antepenúltima comunidad del estado en caer en lo que sería una imparable vorágine de contagios de coronavirus. La pandemia penetró por autovía y a consecuencia de un desplazamiento por motivos laborales de un varón de 49 años. A las 13.00 horas, y después de compartir vehículo con un compañero, decidió trasladarse al Chuac, aquejado de un cuadro respiratorio posteriormente identificado como neumonía de origen viral. 
 

Estaba sembrado el reguero de vías de contagio para lo que los expertos ya asumían como una potencial pandemia, pero todavía sin haber hecho frente jamás a un problema semejante y sin que a nivel social existiese todavía una conciencia sobre de qué forma cambiaría la no sólo las vidas, sino también los usos, hábitos y costumbres futuras. Tardó tres días en anunciarse el segundo caso, y solamente dos después sería clausurado el centro cívico de Feáns por su relación con once positivos más.

 

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El contador

Entre el fatídico 4 de marzo de 2020 y el primer atisbo de luz al final del túnel pasaron nueve meses que, más que nunca, hicieron honor a la expresión de parto doloroso. Juan Molina pasó a la historia como el primer coruñés vacunado contra el coronavirus. Era el comienzo del fin del dominio del virus sobre nuestras vidas y la reconquista de las libertades, las sonrisas y, en cierto modo, la normalidad.
 

Los nueve meses de incertidumbre, castillos en el aire, buenos deseos y solidaridad social en muchos casos no solamente fueron la historia de un encierro, sino todo un experimento de campo con personas y vidas reales que jamás volverían a ser iguales, aunque no siempre en el sentido estrictamente negativo de la expresión: los negacionistas de las tecnologías aceptaron una enmienda a sus propias reglas y aprendieron a comprar por internet, tanto por necesidad como, tal y como reconocieron posteriormente, por comodidad. También se recomendó en primera instancia abandonar el efectivo y apostar por métodos electrónicos, algo que ya está ganando la partida en la balanza y que incluso en algunos países será la única opción posible.

 

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Jamás nos preocupamos tanto por la higiene, aunque nunca nos habíamos abrazado, besado y tocado tan poco. Y eso, según muchos sociólogos, abre el melón de una tendencia a ser mucho más europeos y cada vez menos latinos.
 

La caída del imperio de la mascarilla en el transporte público no llegó hasta casi tres años después de aquel primer caso. Desde el pasado 8 de febrero no es obligatorio viajar en avión o en autobús sin distancia de seguridad pero con cubrebocas. También han llegado para quedarse, o eso parece, muchas terrazas que se convirtieron en símbolo de la resistencia y la necesidad que tenemos de vivir en los bares. Y es que, si algo no ha conseguido cambiar el virus, por mucho que lo intentase, es que seamos eminentemente animales sociales.

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