El año pasado marcó un récord en el número de intervenciones relacionadas con vehículos abandonados: nada menos que 546, según las estadísticas municipales. Fue una verdadera limpieza con respecto a otros años. Por ejemplo, en 2018 se registraron 288 intervenciones de este tipo y la actividad ya había aumentado mucho en 2020, con 528. Y fue posible básicamente porque la Policía Local comenzó a tramitarlas por su cuenta, sin pasar por la Concejalía de Movilidad.
Básicamente, los agentes de la Policía Local (sobre todo los de la Patrulla Verde) identifican a los vehículos que lleven aparcados en la misma zona más de un mes, y se identifica a los propietarios para pedirles que se lo lleven. Si no lo hacen en otro mes, el Ayuntamiento actúa de oficio, declarándolo como residuo y enviándolo a un Centro Autorizado de Tratamiento (CAT) para su de residuos.
“Básicamente, el 99% de los vehículos que nos llevamos acaban allí”, explican fuentes policiales. “Allí” en este caso, se refiere a los desguaces Armonía, en As Somozas, el polígono de reciclaje más grande del norte de España, donde acaban los coches no reclamados. Actualmente, y después de dos años de intenso trabajo, A Coruña se considera una ciudad prácticamente libre de automóviles abandonados en sus calles.
El gerente de Armonía, Francisco Ínsua, señala que llevan más de una década como concesionaria del Ayuntamiento. “Estuvimos hasta en Penamoa, escoltados, claro. Trajimos un coche sin ruedas que tenía los parabrisas cubiertos con papel de periódico y cuando lo abrimos, dentro solo estaba el libre asiento del conductor y el resto estaba lleno de jeringuillas”. Los coches abandonados, en general, son una lacra: “Pero no es una situación fácil retirar un coche de la calle: ni para nosotros ni para la Policía Local”.
Por eso es importante avisar al dueño, le advierten que debe avisar a un CAT: “Pero hay gente que vive en el coche, encuentras las bolsas y sabes que vive allí y avisas a la Policía Local. O no quiere librarse del coche, lo saca de una acera y lo mete al frente, te lo retiran”. Muy rara vez, ocurre que un coche es apto para el servicio, así que se lo queda la Policía pero en el CAT, lo achatarran. “Imagínate que vuelves a la ciudad y dejaste tu moto en la calle y la ves circulando: te pones malo. En nuestro caso, por un lado entran los vehículos y por el otro, salen los cubitos”, explica Ínsua.
Lo primero que hacen es tramitar la baja en la DGT, comprobando la matrícula y el bastidor y se emite un certificado de destrucción. “Es un procedimiento stándar”, aclara. A partir de ahí, tienen treinta días para la descontaminación (anticongelante, aceites) y dos años en el depósito para poder ir vendiéndolo pieza a pieza
Insua advierte que no todos los coches son comercializables: "Según la ley, tienes que dar un año de garantía en cada pieza. Cuando se trata de una procedente de un coche usado, un año es mucho tiempo, de manera que, sí el vehículos e antiguo, casi no puedes comercializarlo”. Cada vehículo pasa por el proceso RRV (Reutilización, Reciclaje y Valorización). El primer paso es el más positivo: simplemente se reutiliza la pieza. Si no se puede, se recicla: cristal, plástico... “Algunas son muy difícil de separar en sus componentes, así que si le das una segunda vida, es mucho mejor”, explica.
El objetivo es reutilizar o reciclar el 95% del peso del vehículo pero nunca se despieza totalmente. “Solo lo que tiene salida”, apunta Ínsua. Otros van directamente a la enorme prensa hidráulica, donde queda reducido a un cubo. El residuo final, se valoriza. Es decir, se envía al vertedero o a las cementeras, en el caso de los neumáticos. Algunos, curiosamente, vuelven a la ciudad, donados por Armonía, para que se realicen prácticas de excarcelación de Bomberos en Someso.