Monte Alto vivió este martes sus horas más tensas. La cacerolada contra la inseguridad en la zona, convocada por los comerciantes y vecinos, comenzó a las 17.00. La protesta, la segunda en un mes, tenía como objetivo reclamar más control policial en el barrio ante la presencia de varios narcopisos y el aumento de robos en negocios. Cerca de un centenar de personas se dio cita en la plaza de San José, el punto de partida de la manifestación. Lo que empezó siendo una concentración tranquila no tardó en caldearse.
Unos metros recorridos fueron suficientes para que se uniese más gente a la llamada de los convocantes. Finalmente, más de 200 personas se concentraron frente a un narcopiso en la calle Washington. Varios vecinos tiraron abajo la puerta del inmueble que señalan como uno de los puntos conflictivos del barrio. Incluso accedieron a su interior y se encararon con varios okupas que residían en él.
Fue entonces cuando aparecieron más de una docena de agentes de la Policía Local y Nacional, que acordonaron el acceso al narcopiso. Esto, sin embargo, no calmó el ánimo de los vecinos, que incluso reclamaron que les dejasen entrar. Los okupas lanzaron líquidos por la ventana y una botella de cristal, lo que provocó la agitación de los manifestantes, que pedían que los agentes echasen a las personas del interior, algo que no está permitido sin una orden judicial. “De aquí no nos vamos hasta que se vayan”, aseguraba una vecina, mientras otros increpaban a la Policía.
Pasadas dos horas desde el inicio de la cacerolada, llegaron los antidisturbios. Los vecinos aplaudieron pensando que esto suponía la clausura del narcopiso, pero no fue así. Varios agentes accedieron al interior del inmueble y, minutos después, salieron para pedir a los manifestantes que concluyesen la concentración. Los okupas, dijeron, se habían comprometido a abandonar la casa mañana, miércoles. “El barrio sale ganando, que es lo que queremos”, comentó un agente. Mientras algunos vecinos comprendieron la situación, finalmente reinó la resistencia. “Que se vayan ya, aquí nos quedamos”, expresaron.
Poco después la Policía acordonó la zona para colocar un coche en la puerta de la casa. En el interior, apuntan los vecinos, había cinco o seis personas. Dos salieron escoltadas en el primer vehículo, a lo que le siguió otro individuo en un segundo turismo. Se trata, apuntan fuentes policiales, de abandonos voluntarios. Durante la noche, dos ocupantes que se resistían a abandonar el inmueble, siguieron la estela de sus acompañantes. Así, una pareja (la mujer está embarazada) dejó el narcopiso de madrugada.
Al lugar se acercó, según los allí presentes, el hombre que, supuestamente, dirige los narcopisos del barrio. Se mantuvo alejado de la multitud. El dispositivo policial se alargó durante toda la noche, y es que, además, la puerta del piso quedó inutilizada tras el asalto previo de los manifestantes. Ahora la Policía Nacional espera en el lugar a que la puerta del edificio sea tapiada.
Los vecinos señalaban al comienzo de la protesta que, tras el cierre de un narcopiso en la avenida de Hércules, algunos de sus residentes se trasladaron a la calle Washington. “Los negocios cierran antes por los robos y esta gente para a niños, a gente mayor, para robarles”, explicaba Mari, madre de una comerciante a la que hace días “intentaron atracar con unas tijeras”.
Otras cuatro vecinas, de avanzada edad, relataban su día a día en el barrio: “No estamos acostumbradas a esto porque antes era tranquilo. Vamos con miedo a partir de las 19.00 horas y las tiendas cierran antes”. Manuel, responsable de la Ilusión y uno de los convocantes de la concentración, reconocía que, en las últimas semanas, hay mayor presencia policial en la zona.