Un grupo de vecinas de unos bloques que se encuentran entre el número dos de Javier López López y el dos de la avenida de Lamadosa, en Eirís, acudió ayer a las dependencias de la Xunta, en Nuevos Ministerios, para protestar por la situación en la que viven. El Instituto Galego da Vivenda e Solo (IGVS) acaba de finalizar unas obras de urgencias en su fachada, que corría peligro de desprendimientos, pero las afectadas no están satisfechas. Consideran que la calidad del edificio, construido por el IGVS, deja mucho que desear y ya han tenido que efectuar varias derramas. Y por si fuera poco, en uno de los bloques, que el IGVS cedió al Ayuntamiento, hay varios elementos conflictivos que les hacen la vida imposible: “Cagan en el ascensor todos los días. Es algo inhumano”
“Desde el principio ya derramas, tuvimos que ir con un arquitecto antes de la pandemia por la cantidad de desperfectos”, protestaba una vecina: “Esto ya desborda, desborda por todos los sitios, parece casi un gueto”. La lista de quejas sobre los problemas de convivencia de los inquilinos del Ayuntamiento es tan larga como escabrosa. “Hay problemas de drogas –denuncia otra vecina–. En el portal cuatro están todos los de Penamoa (la Fundación Secretariado Gitano señala que solo una familia proveniente del poblado chabolista vive en el portal número 4 y no se considera conflictiva), que los han metido allí. Uno vende, el otro también vende, los portales se rompen cada dos por tres (no sé cuántas veces han tenido que cambiar el cristal), arrancan los botones del ascensor, tiran la porquería por la ventana... Vomitan, cagan y mean en los ascensores todos los días: es algo inhumano”.
Para prevenir este tipo de comportamientos tan poco sociables, instalaron cámaras de seguridad (que rompen a menudo) pero “cada vez que llamas a la gestoría, no piden las imágenes para saber que es”. Y encima, las obras de la fachada, que están retirando los andamios, presentan varios agujeros. “No nos hace caso ni Dios: ni la Xunta ni el Ayuntamiento”.
También se producen robos curiosos, como el de las bombillas de los trasteros, de las que rebosa la ropa acumulada. “Nunca hicieron un seguimiento–se quejan–. Les entregaron el piso y luego, que el resto de las personas nos lo comamos”. Pero ellas mismas reconocen que los realojados de Penamoa no son los únicos elementos conflictivos que habitan los pisos sociales.
La visita que realizaron a Nuevos Ministerios no les aportó ninguna solución. Fuentes de la Xunta recuerdan que allí hay, en total, 166 residentes y que quien les representa es una gestoría, y no cuatro señoras. Por otro lado, alegan que la garantía del edificio ha caducado y que si llevaron a cabo esa obra, es por una cuestión de urgencia. En cuanto a los problemas de convivencia, recuerdan que cedieron el uso del número 4 al Ayuntamiento, así como el 145 de la avenida de Monelos.