Vivir en esta esquina del mapa azotada con –para muchos demasiada–frecuencia por los vientos y las olas hace que sean habituales los avisos meteorológicos naranjas y rojos. Y quizá por esa repetición les perdamos el respeto. Grave error. Si cometemos la imprudencia de enfrentarnos al temporal, es casi seguro que acabaremos perdiendo. Y quizá arrastrando a alguien más a la derrota.