Patricia Faraldo es catedrática de Derecho Penal en la Universidad de A Coruña, profesora adjunta en la Queensland University of Technology, en Australia, y miembro de la Comisión de Cualificación de la Sección Penal. También es una de las redactoras de la reforma del Código Penal que cambiará el “no es no” por el “solo sí es sí” en los delitos sexuales.
¿Qué novedades incorpora?
La principal novedad es que es una ley integral contra la violencia sexual y para la protección de la libertad sexual, que no existía hasta el momento. Este tratamiento conjunto es novedoso en nuestro país. Hemos tratado de analizar el ordenamiento jurídico para ver dónde podemos incidir en las medidas de prevención y sensibilización y mejorar la protección de las víctimas. Tanto a nivel penal como asistencial. .
¿Hasta ahora cómo estaba el Código Penal en lo que respecta a crímenes sexuales?
Tenemos unos delitos sexuales muy castigados. Son las penas más altas de Europa que en los casos más graves se aproximan a los del homicidio, pero observábamos que la violación se había convertido en un delito contra la voluntad “manifestada”
.
“No es no”
Claro. Ahora tienes que decir que no. Y resistirte. Si no, no hay violación, sino abuso sexual. Esto hace que en la violación se exija resistencia, y el tribunal se fija mucho en el comportamiento de la víctima, en vez de en el del autor.
¿Con esta nueva ley, los piropos estarán prohibidos?
Es un bulo (se ríe). Los piropos son una cosa bonita, un halago, según la RAE, alabando la belleza. Si a una le dicen “bonita”, es algo agradable, y no está perseguido. Pero nosotros hemos creado un delito leve de acoso intimidatorio en la vía pública, que es distinto.
¿Cómo se aplica para diferenciarlo de los piropos?
A mí, personalmente, me hacen sentir incómoda. Pero depende de la persona y no se criminalizan. Pero si eres una mujer y un baboso se te pone detrás describiendo gráficamente lo que quiere hacer contigo y te sigue hasta el punto de que no te atreves a entrar en el portal... Eso es lo que no se puede consentir.
¿Acosar no estaba reglamentado?
En España no. Podían ser injurias, pero no era fácil encontrar el encaje jurídico.
¿Sin casos como el de La Manada habría sido posible esta reforma? ¿Se legisla en caliente?
No, no. En España este movimiento de reforma ha coincidido con un caso que ha suscitado mucha atención, pero la ley ya la han cambiado el Reino Unido, Suecia y Alemania. Este cambio es la consecuencia no de un caso puntual, sino de la aprobación del Convenio de Estambul (firmado en mayo de 2011), que define la violación como “atentado contra la libertad sexual que consiste en acceso carnal o conductas asimiladas realizadas sin consentimiento de la víctima”.
¿Qué hay de eso de que en Suecia hay que firmar una instancia ?
(Ríe) Se está ridiculizando la propuesta sueca: habla de un consentimiento expreso, vale, pero que se manifiesta con palabras, con hechos o con otras circunstancias, incluso con lenguaje corporal. No hace falta un contrato sexual. Es una posición novedosa, pero la idea es pasar del “no es no” a “solo el sí es sí”.
Pero no necesariamente verbal.
¡Claro! “Sí quiero, y que sea de esta manera y que dure veinte minutos”, eso no es. Las relaciones sexuales son espontáneas y nadie quiere regularlas.
¿Y el caso de La Manada?
La Justicia siempre es difícil. Con la legislación actual, sin tocar una coma y con los hechos probados, se podría haber llegado a una solución distinta. Su posición es criticable, pero también defendible. Está fundamentada.
¿Qué opina de otorgar presunción de veracidad a la víctima?
En absoluto. Deben aplicarse las reglas generales, y más si estamos hablando de delitos que pueden ser crímenes graves. La acusación es la que tiene que probar el delito.
¿Cómo valora las protestas?
¡Uf! Es difícil valorar lo que pasa. Pero en materias de delitos sexuales hay un hartazgo con el tratamiento de las víctimas, que las ha revictimizado: tienen que declarar en multitud de ocasiones, sus datos no están protegidos, muchas veces se siente culpable. Eso tiene que cambiar... Es el “Hermana, yo sí te creo”.