Arenas abría una nueva librería, en el número ocho de la avenida de Oza, y lo hizo por todo lo alto, con dos invitados de excepción: el exalcalde Francisco Vázquez y el escritor y académico Arturo Pérez-Reverte, que fue el encargado de descubrir una placa en la que se conmemoraba el acontecimiento. El escritor acudió a la ocasión enfundado en una gabardina y un sombrero, pronunció un discurso tan lacónico como él mismo en el que pronosticó que un día, lugares como este serían el refugio de unos cuantos frikis amantes de libros (“en 25 años”). Firmó unos cuantos libros y se fotografió con los admiradores que llenaban el local de dos pisos. Muchos de los ejemplares eran de “Sidi”, su novela sobre la vida de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador.
Usted nunca había llegado tan atrás en la historia. Escribió sobre el Dos de Mayo, sobre Trafalgar, sobre el Siglo de Oro... Pero nunca alto tan remoto.
Escribiendo no, pero en mi biblioteca y en mi vida como lector, la figura del Cid estaba muy presente desde niño. En casa de mis abuelos, la biblioteca paterna había libros sobre el Cid que yo leí de niño y estaba en mi imaginario. Entonces, bueno, las historias van saliendo, y un día se me ocurrió.
De todas estas, o cualquier otra ¿cuál es su época preferida de la historia?
No tengo una época preferida. Ahora, en mi biblioteca, tengo unos 30.000 libros de los que 8.000 y 9.000 serán libros de historia. Así que toda: desde la historia clásica a la contemporánea me interesa.
A mí, las fronteras me gustan mucho. He vivido en ellas mucho tiempo.
Yo mismo he sido personaje de frontera
Me interesa lo que ocurre cuando los seres humanos son llevados al extremo en situaciones personales donde no hay gran esperanza
¿Cómo cree que se aproxima la gente a la historia? ¿De una forma crítica? ¿Instrumentalista?
No lo sé. Yo solo soy un novelista. Lo que sí puedo decir es que, como la historia ha desaparecido de los planes escolares, ya no se enseña en los colegios, imagino que la gente quiere lo que le niegan ¿Y dónde lo encuentran? En las librerías. Nunca ha habido tanto bum de literatura histórica ni de novelas como en los últimos tiempos. Probablemente, para compensar la ausencia de la historia en al educación de la gente.
En otra ocasión había dicho que el Cid es leyenda en un 70%.
Más. Quizá en un 80%.
Bien, pongamos un 80%. ¿Qué ha significado para usted esa falta de datos reales a la hora de escribir?
Eso ha sido una ventaja, porque yo lo que he hecho ha sido, primero: he leído todo cuanto se puede leer sobre el Cid. Lo que no he comprado, lo he buscado y lo he consultado. Entonces, la parte rigurosamente histórica la he respetado.
Me interesa lo que ocurre cuando los seres humanos son llevados al extremo en situaciones personales donde no hay gran esperanza
¿Y la parte de leyenda?
La parte de leyenda, por supuesto, la he manipulado como novelista que soy. Al fin y al cabo, es una novela, no un libro de historia. Un novelista no tiene obligación de respetar la historia más que para, digamos, no cometer aberraciones históricas pero por lo demás, eres libre. Por eso soy novelista y no soy historiador.
Escritor, en todo caso. Los dos pertenecen a la misma disciplina.
A mí escribir no me gusta, el acto técnico de escribir me molesta mucho, pero me gusta imaginar, y leer. La fase de documentarme, de leer, de hacerme especialista en el Cid durante un año, sí que me gusta.
El Campeador se movía, como usted (cuando era corresponsal de guerra), por la frontera. A salto de mata, de un lado a otro. Eso también le habrá gustado contarlo.
A mí las fronteras me gustan mucho. Yo he vivido en ellas mucho tiempo, sé como se comporta la gente en ellas, cómo son. Yo mismo he sido personaje de frontera. Es un mundo que me resulta muy familiar y me apetecía llevarlo a la literatura en el siglo XI.
El Cid que ha escrito ¿diría que es como muchos de sus anteriores personajes? Todos parecen tener en común que continúan con sus vidas por inercia, incluso cuando ya no creen en nada y no conservan ninguna ilusión.
Cada novelista lleva en su novela su mirada sobre el mundo. A mí me interesa esa parte del mundo. A otros les interesan otras: el amor, otros sentimientos... A mí me interesa lo que ocurre cuando los seres humanos son llevados al extremo en situaciones personales, o físicas, donde no hay gran esperanza, cómo hacen para sobrevivir. Si me apuras es un más bien una historia de supervivencia, en vez de una historia, digamos, clásica.