El pasado 15 de enero falleció David Lynch, uno de los grandes renovadores del lenguaje cinematográfico del último medio siglo. Su filmografía, que supera los 100 créditos entre cortas y largometrajes, videoclips, publicidades, series de TV y formatos de carácter más artístico, como instalaciones, es casi inabarcable.
A modo de homenaje, la Filmoteca de Galicia recupera algunas de sus obras más singulares. Son en total 11 largometrajes y 5 cortos que dan cuenta de su evolución como cineasta. Precisamente se incluyen en este ciclo sus primeras cortas, que presagian ya el ingenio de su ópera prima, Cabeza borradora (1977), un surrealista torrente de imaginación en el que ya se aprecia el gusto de Lynch por los universos sobrenaturales en convivencia con el cotidiano, que van a definir buena parte de su filmografía. Piezas como la serie Twin Peaks (1989-1991) y los largometrajes Terciopelo azul (1986), Corazón salvaje (1990), Carretera perdida (1997), Mulholland Drive (2001) y Inland Empire (2006) se enmarcan en la que seguramente sea la vertiente más conocida de Lynch, una en la que la narración clásica –si es que alguna vez la hubo– va cediendo el paso a uno progresivo surrealismo que se sostiene por la simple creación de atmósferas malsás y insidiosas, subrayando los aspectos pesadelescos de una suerte de civilización en declive que adquiere dimensiones míticas y telúricas.
Es su obra un retrato tan humanista como desgarrado del insondable mal de la naturaleza humana, particularmente en el crepúsculo de una idea de América deformada y en descomposición. De entre los suyos muchos colaboradores, un que tuvo una incidencia enorme en las imágenes que Lynch creó es el músico Angelo Badalamenti, con lo que trabaja de forma habitual desde Terciopelo azul. El tema del título, cantado por Isabella Rossellini en esa película, figura imborrable en la memoria cinéfila colectiva, como lo está su secuencia de apertura con acordes originales de Badalamenti. Kyle MacLachlan es aquí el protagonista, como ocurre en Twin Peaks y con su famoso detective Cooper.
La música de Badalamenti en el episodio piloto tuvo un impacto que va más allá del cinematográfico, es como un tótem de la cultura pop de finales del siglo XX. No retorno a la serie de 2017 se le preguntó mucho a David Lynch se le fastidiaba que la gente vise la serie nos sus dispositivos móviles, a lo que siempre respondía que no importaba mientras la escucharan con auriculares. Esto evidencia como imagen y son eran para él indisociables en la creación de estas atmósferas, de las que se erigió en maestro. Con todo, a lo largo de su carrera supo adoptar también de manera notable estilos más clásicos, como queda demostrado en sus películas Él hombre elefante (1980) y Una historia verdadera (1999), retrato este mucho más amable de una América profunda en la que el tiempo parece discurrir más lento.
De todas sus películas, la única que Lynch detestaba era Dune (1984), que cuenta hoy con todo con una legión de fans que la elevaron la obra de culto. Completa este peplum galáctico una selección que no le hace justicia a uno de los creadores audiovisuales más polifacéticos y complejos de la historia del cine, pero con suerte servirán estas proyecciones para revisar o descubrir algunos de los trazos más destacables de esta supernova del séptimo arte.