Jamás el poder de un rey ha superado su muerte, pero entre las muchas muestras de los intactos dominios de Elvis Presley como monarca del rock sirve como muestra lo que se vivió el pasado martes en A Coruña. A casi 7.000 kilómetros y al mismo tiempo que en el rancho de Graceland, una legión de fans celebraba otra vigilia con un altar y la colección de completa de vinilos para recordar el 45 aniversario del fallecimiento de la estrella.
Se trata de una tradición con dos décadas de antigüedad en el calendario del Penique, un pub irlandés situado en la calle de la Cuesta de la Unión. Su dueño, Carlos Estévez, ha acostumbrado a su clientela a ofrecer un servicio diferente, que va desde la carta de cervezas a la nutrida lista de actividades que escapan del concepto de ocio tradicional. Otros mitos también han tenido actos a la altura de su leyenda, como la procesión que en su día recordó al futbolista norilandés George Best. Además, en ningún otro sitio de la ciudad se alcanza una atmósfera más cercana a la original a la hora de presenciar la Superbowl de fútbol americano o el Grand National de caballos en Inglaterra. Da igual el reto, la sensación y la experiencia siempre es lograda y auténtica, regada con toda clase de cervezas de importación.
Sin embargo, lo de Elvis Presley va más allá del espectáculo. Se trata de una debilidad para uno de esos puristas que, en su local, sigue ejerciendo de pinchadiscos en el sentido más estricto de la palabra. Charlie, como le llaman los muchos clientes habituales, nunca ha estado en Graceland, pero ha casado gente en el local con su traje de Presley, del que cuelgan 2.000 lentejuelas. Preguntado sobre el por qué del mito y de su capacidad de atracción casi medio siglo después dice: “Fue una manera desagradable de morir, tenía problemas de intestino y un extraño síndrome, y el Rey del Rock no podía tener problemas para ir al baño. Aún así, cantaba como un barítono, casi como un cantante de ópera”.
El Penique también da nombre a la Peña Deportivista Penique-ACL, en referencia al expresidente Lendoiro. “No nos dejó ponerle su nombre, por eso resolvimos así”, confiesa. La próxima gran celebración será un autohomenaje: El cuarto de siglo de vida de uno de establecimientos más singulares de la ciudad. Para ello, prometen llenar la sala Mardi Gras.