Tras casi una década de guerra en el Yemen, los rebeldes hutíes han encontrado en la confrontación con Estados Unidos en el mar Rojo una fuente de legitimidad y el apoyo incondicional de cientos de miles de yemeníes que, a la vez, ven como se desvanecen las opciones para alcanzar la paz en el país.
Los insurgentes, que controlan gran parte del oeste del país desde 2014, dieron la "bienvenida" a una confrontación abierta con Estados Unidos, que en los últimos tres días ha bombardeado decenas de posiciones militares en el Yemen que han causado al menos cinco muertos en las filas de los rebeldes.
Pese a que Washington asegura que no busca una guerra pero que responderá con firmeza a las amenazas a la navegación en el mar Rojo, los hutíes han insistido en que seguirán atacando la navegación comercial para dañar económicamente a Israel y en apoyo a los palestinos de la Franja de Gaza.
Respaldados por Irán, son férreos defensores de la causa palestina, si bien la crisis en el mar Rojo también sirve a sus propios intereses propagandísticos para reclutar a más combatientes y también para sentir que tienen peso en la arena regional.
"Para ellos esto es legitimidad, popularidad y presencia a nivel regional e internacional. Han sido capaces de impulsarse como actores regionales o internacionales que, al menos, pueden perturbar los intereses internacionales", asegura a EFE Farea al Muslimi, analista yemení del Chatham House.
"Creo que los hutíes no retrocederán; de hecho, irán más allá. En cierto modo, esperan y desean esto, una confrontación directa con Estados Unidos u Occidente", afirma el experto, que advierte sobre la posibilidad de que los insurgentes empiecen a atacar "infraestructura económica y petrolera occidental", así como bases militares de EE.UU. y el Reino Unido en Oriente Medio.
Los propios rebeldes han anunciado que los bombardeos contra el Yemen "no quedarán sin castigo" y han prometido responder con más fuerza, pese a que Washington y Londres aseguran que las capacidades militares de los hutíes se han visto afectadas tras los bombardeos.
Casi una década de guerra en el Yemen ya ha puesto a prueba la resistencia de los hutíes, que con la ayuda de Irán han aumentad su arsenal pese a los ataques aéreos de la coalición militar liderada por Arabia Saudí, que interviene en el país desde 2015 en favor del Gobierno yemení reconocido internacionalmente.
"Eso no va a terminar bien para nadie. Estamos en un momento en el que los hutíes sienten que pueden ser maximalistas, que pueden practicar el juego de suma cero, pero no les importa el precio", asegura Al Muslimi.
Los hutíes y el gobierno apoyado por los saudíes alcanzaron en abril de 2022 una tregua sin precedentes que, pese a que expiró unos meses después, se ha mantenido en gran medida desde entonces y ha conseguido detener los ataques a gran escala.
Pese a ser una parte beligerante, Arabia Saudí se ha reconvertido en mediador y ha hecho una serie de concesiones para lograr una desescalada, detener los ataques transfronterizos de los hutíes contra su territorio y sentar las bases para iniciar un proceso de paz.
Pero la guerra en la Franja de Gaza y sus repercusiones lo han cambiado todo: lo advirtió el sábado el enviado de la ONU para el Yemen, Hans Grundberg, que hizo un llamamiento a "salvaguardar el progreso de los esfuerzos de paz" tras los bombardeos estadounidenses y británicos.
"Esto definitivamente arruinará el proceso de paz en Yemen", asegura el experto, que recuerda que la crisis del mar Rojo ha provocado ya retrasos en posibles negociaciones sobre canjes de prisioneros y para establecer una hoja de ruta que ponga fin a la guerra.
Además, el analista apunta que podría romper los acuerdos con Arabia Saudí -que antes del estallido de la guerra en Gaza estaba en conversaciones para normalizar relaciones con Israel- y ha sido "la primera línea de defensa" del Estado judío al interceptar misiles en su espacio aéreo lanzados por los hutíes en el pasado.
La escalada militar en el mar Rojo ha despertado los temores de que un conflicto regional esté a la vuelta de la esquina, pero también mantiene en vilo a los habitantes del Yemen, que tras casi una década de guerra se ha convertido en el escenario de la mayor catástrofe humanitaria del planeta, según la ONU.