Es quizás la literatura romántica responsable de que los castillos soporten un aura lúgubre. No le brinda precisamente favor alguno el reciente estreno del último ‘remake’ de la simpar ‘Nosferatu’ pero en este caso catalogar de sombrío su entorno es pecar de generoso. Términos como tétrico o siniestro serían más acordes.
Han transcurrido casi 25 años de su última remodelación y no son precisas nociones de ingeniería para constatar que el acceso peatonal a la fortaleza (que exista constancia nunca alcanzó la categoría de castillo, excepto en ámbitos populares) de Santa Cruz presenta una fisonomía grotesca. Literalmente ‘enseña las tripas’. Cualquiera de los centenares de visitantes que a diario se ‘atreven’ a cruzarlo para visitar el emblemático edificio que, en su momento, perteneció a la también romántica Emilia Pardo Bazán, puede contemplar ócmo el interior de la estructura de metal y madera se compone de cables colgando, tuberías descoloridas y planchas de metal desconchadas, entre otras ‘muescas’.
Cierre de la estructura
A esta realidad no es ajeno el Gobierno local de Oleiros. El alcalde, Ángel García Seoane, ha puesto el grito en el cielo por esta situación en reiteradas ocasiones. Incluso ‘amenazó’ (hace ya meses) que estaba totalmente dispuesto a cerrar el acceso al recinto que alberga museos, bibliotecas o la sede del Ceida.
El último recurso del que se ha valido para captar la atención de responsables de Demarcación de Costas de Galicia, y lograr una entrevista, es la publicación municipal, ‘Vivir en Oleiros, en la que se muestra con un ilustrativo reportaje fotográfico las ‘faltas’ de la estructura.
“É urxente que Costas acometa a renovación desta infraestrutura pública que dá acceso a un espazo público senlleiro”, indica en la revista a través de la cual asimismo acusa al Gobierno de “incumprir coas competencias que lle outorga a lei”.