La verdad es que la celebración de los resultados del 23J fue, cuando menos, sorprendente. Un Sánchez eufórico y una Yolanda desatada, no presagiaban nada bueno. El PP había superado en votos y escaños a los socialistas y multiplicado casi por cinco al invento de Yolanda. Sin embargo, ambos daban saltos de alegría mientras en Génova el ambiente estaba enrarecido. Bien sabían los social stas que cualquier posibilidad de gobierno alternativo al del PP pasaban por acuerdos con Esquerra, Bildu, Pnv, Junts y hasta la Cup si hubiera logrado algún escaño y esto dio la impresión de que Sánchez lo tenía asumido, no habría ninguna otra razón para esas celebraciones. Un problema añadido será Podemos que tras todas las humillaciones recibidas se tomará su venganza de la mano de esos cinco diputados que logró colar en las listas de Sumar y que le podrían facilitar un grupo parlamentario propio en el congreso con una importancia notable, incluso pueden aspirar a exigir ministerios porque sus cinco escaños son imprescindibles `para que la aritmética de Sánchez tenga sentido. Ahora bien, el precio de los separatistas por sus votos será alto y el de Puigdemont más todavía y esa será la prueba del algodón del futurible gobierno Frankenstein que Sánchez pretende encabezar. Dicen los entendidos que el resultado de Sánchez tiene que ver con el miedo que la izquierda agitó contra Vox y eso me llama la atención. Es decir, supuestamente una parte del electorado temía al bloque de la derecha, pero esa misma parte no tenía miedo alguno a que el nuevo gobierno tenga que contar con el brazo político de ETA, con los que dieron un golpe contra la Constitución en Cataluña y con un fugado de la justicia española que, increíblemente, tiene en su mano la conformación del nuevo gobierno de España. `Porque esta, y no otra, es la realidad que tenemos en España, habrá gobierno Frankenstein si Puigdemont quiere y si no nos mandará de nuevo a elecciones. El fugado ya ha puesto precio: amnistía y referéndum en Cataluña, al que sin duda acompañará otro en el País Vasco y vayan ustedes a saber si también en Galicia.
Aquí está el problema, ¿estará Sánchez dispuesto a pagar ese precio por seguir en el poder? He hablado con algunos socialistas del antiguo Psoe y me dicen que Sánchez pagará lo que le pidan porque su concepción de España es muy “variable”, sin embargo, alguno me trasladó el posible plan B de Sánchez: envolverse en la bandera de España, como ya hizo alguna vez por estrategia, y convocar nuevas elecciones anunciando que no acepta condiciones que supongan la ruptura de España como pretenden los separatistas. Quienes me cuentan esta alternativa “patriótica” me dicen que ahí podría coger votos hasta de la derecha, pero que Sánchez sabe que eso sería también darle una oportunidad a la derecha de ampliar su mayoría y que ese riesgo no creen que lo asuma. Por lo tanto, hemos de prepararnos para un gobierno Frankenstein XX plus, abrir el paraguas y esperar la que nos va a caer encima. Una ley electoral mala que prima a minorías y castiga a mayorías y la incapacidad de los dos grandes partidos de ponerse de acuerdo en nada, en este caso no por culpa de la derecha sino de Sánchez, nos condena a la incertidumbre a todos los españoles y nos deja en manos de Otegui, Junqueras y Puigdemont y esto no parece atemorizar a los temerosos.