Reconozcámoslo: el Estado autonómico está mejor que hace algunos años, y la Conferencia de Presidentes Autonómicos, celebrada este viernes en Santander, por más que algunos puedan decir que no ha aportado nada, lo cierto es que ha evidenciado que las cosas se han, al menos, pacificado algo: ahí estaban todos -todos- los presidentes, incluyendo los que antes nunca iban. Lo que ocurre es que todo son parches para disimular la enorme herida de un Estado autonómico constitucionalmente mal planteado.
La presencia de Salvador Illa en la presidencia de la Generalitat catalana ha obrado, esa es la verdad, una auténtica transformación. Y el Partido Nacionalista Vasco ha experimentado un avance hacia una mayor integración en el Estado, haciéndonos olvidar los tiempos nefastos del lehendakari Ibarretxe en connivencia con Xabier Arzalluz. Cierto: las cosas han mejorado y no menos cierto es que Pedro Sánchez ha lanzado este viernes una oferta de quita de deuda muy tentadora para todos los gobernantes autonómicos, que parecen haber puesto sordina a lo que es sin duda una irregularidad: los acuerdos con ERC para una financiación unilateral. Claro que ¿quién se acuerda ya de toda aquella polémica? Pedro Sánchez ha entendido perfectamente que la memoria de los ciudadanos ante las irregularidades políticas es frágil, cuando menos: la de hoy se superpone a la de ayer. Y sabe taponar las heridas con promesas de dinero, que luego se cumplirán o no, ya veremos, pero que ayudan a ir prologando la estancia en La Moncloa.
Pero, claro, todo esto son parches que taponan una enorme herida, la de una financiación autonómica mal planteada desde el inicio y una coordinación entre las autonomías y el Estado central que no acaba de funcionar, y ello se demuestra a cada momento y más en las situaciones extremas, como la dana de Valencia. Una verdadera política de Estado habría de acometer una reforma constitucional para todo un Título de la Constitución, el VIII, pensado para salir de una dictadura centralista... hace medio siglo. Las cosas han evolucionado no poco desde entonces, y quizá sería ahora el momento de afrontar con valentía y realismo que hay retoques en profundidad que no se solucionan con una mera quita de deuda y ni siquiera con una plan nacional de vivienda, que es otra cosa.
Pienso que España necesita una legislación que defienda al Estado y a sus instituciones -comenzando por la máxima, la Corona- y no es en absoluto suficiente con ir arreglando las averías puntuales. El Estado, en mi opinión, precisa descentralizarse más, caminar hacia una nación federal, tal y como propuso, algo apresurada y poco detalladamente, Pedro Sánchez a finales del pasado mes de julio. Nada de esto se plantea en las conferencias de presidentes autonómicos, que, quizá comprensiblemente, se dedican a las cañerías y no al conjunto del edificio.
Bienvenida sea la mejora en el tono y en el ambiente, pese -también hay que decirlo- a algunos intentos desde la oposición por torpedear los acercamientos: no es solo la altanería del PSOE, sino la cerrazón del PP, y véase la comparecencia de este viernes de Cuca Gamarra, y sobre todo la actitud ‘guerrera’ de Vox, lo que complica el acuerdo global y a fondo que precisa la territorialización del país, sin duda uno de los grandes problemas, acaso el mayor, que nos quedan por resolver en España. Han de entenderse de una vez para arreglarlo