Un asco

Siempre regreso a Madrid. Mi ciudad. No sé me ocurre otro lugar donde querer vivir por más que me entusiasme París, me fascine Viena, me divierta Roma, o me sobrecoja Berlín. Por no mencionar Nueva York. Pero ya digo, siempre regreso a Madrid cuyas calles y plazas considero casi como una prolongación de mi casa. Madrid es ese rompeolas de todas las Españas que decía Antonio Machado.


Y mucho más. Es una ciudad que acoge sin preguntar a nadie de dónde viene o quién es. Madrileños somos todos sin distinción. Los que hemos nacido en Madrid y los que llegan. Tanto da.


¿Qué tiene de particular Madrid? Pues además de ser una ciudad abierta es una ciudad donde cada cual hace de su capa un sayo, es transgresora y libertaria.


Una vez hecha está declaración de amor les diré que me pregunto quién ganará las próximas elecciones municipales, que no es asunto menor, ya que Madrid nos concierne a todos como capital de España.


Les diré que el actual alcalde, José Luis Martínez Almeida, comenzó con buen pie. De repente la ciudad aparecía más limpia, lo cual era una necesidad perentoria. Plantaron más árboles, celebramos las Navidades como Navidades, el tráfico parecía más ordenado, los manteros que tanto perjudican a los pequeños comercios desaparecieron de las calles... en fin, que parecía que algo estaba cambiando. Pero de repente vamos hacia atrás como los cangrejos. Madrid no solo vuelve a estar sucia sino que en la zona centro, esa que visitan los turistas, ese escaparate hacia el exterior, está aún más sucio que el resto de la ciudad. Los cubos de la basura se amontonan en las esquinas desprendiendo olores nada agradables y rebosantes de desperdicios.


Que los cubos, que cada noche deben vaciar los servicios de limpieza, formen parte del mobiliario urbano es realmente deplorable.


Como lo es que la Comunidad de Madrid o el Ayuntamiento o a quién corresponda estén convirtiendo el centro de la ciudad en una chamarilería, donde los pequeños comercios tienen que cerrar sus puertas por falta de ayudas para transformarse en tiendas de souvenirs baratos made in China.


Así, poco a poco, la ciudad va perdiendo su identidad, el cierre de los pequeños comercios la hacen más inhóspita, y el trajín que provocan los pisos turísticos son la puntilla a un modelo de sociedad en la que la ciudad, se convierte poco menos que en un parque temático que poco a poco se va quedando sin vida.


Eso sí, cada vez los alcaldes parecen creer que la ciudad solo la habitan gente joven y sana ignorando a los mayores, haciendo imposible circular por el centro. Para coger un taxi tienes que ir andando hasta alguna parada así que más te vale no estar enfermo o haberte roto un tobillo, tener hijos pequeños, o tirar del carro de la compra.


No sé, creo que el alcalde debería darse una vuelta por Madrid y así tomar conciencia de los problemas de los madrileños.


Me ofrezco a guiarle por el centro para que compruebe lo desagradable de ir sorteando cubos de basura y que la ciudad está hecho un asco.  

Un asco

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