Esta pasada Semana Santa me encontré con un amigo que sabe mucho de ferrocarriles puesto que lleva toda la vida trabajando en el sector ferroviario. Cómo era lógico le pregunté cómo iba el tema de la llegada de los nuevos trenes, que significará que la alta velocidad, en forma de AVE, pueda llegar a nuestra Comunidad Autónoma y reducir así de manera ostensible el tiempo que se tarda en el viaje entre Galicia y la capital de España.
En nuestra conversación me recordaba artículos anteriores míos en los que siempre hice hincapié en que mientras no se cambiasen las cosas, vías nuevas y adaptadas y trenes modernos para poder viajar sobre ellas, Galicia no tendría nunca el ansiado AVE. Yo siempre me referí al tema ferroviario como VEA, que es un acrónimo de velocidad alta.
Pasamos del cuarto de siglo desde que se iniciaron los contactos entre los gobiernos de España y Galicia. Las primeras promesas fueron muy positivas pero se diluyeron como terrón de azúcar en el café. Promesas que se fueron repitiendo, y realidades que fueron llegando como si se tratase del riego gota a gota.
Mi amigo, al recordarme su vena de ferroviario, me anunció que uno de esos nuevos trenes Avril ya había recalado en la estación ferroviaria de Santiago. Que se habían hecho pruebas y que en poco más de un mes podrían estar funcionando de manera provisional. También me adelantó que con la entrada en funcionamiento de estos nuevos convoyes ferroviarios se haría el recorrido entre Santiago y Madrid en menos de tres horas y que el tramo entre Compostela y Ourense se podría hacer a una velocidad cercana a los 300 kilómetros a la hora.
Antes de que nos despidiésemos le hice saber que comentaría lo que habíamos hablado y que una frase me revoloteaba en mi cabeza: ¡AVE César! Frase que escogí como titular para encabezar mi artículo semanal.
Debo reconocer que tengo aún muchas dudas sobre al resultado final y la llegada del AVE. Son muchos años escribiendo sobre el tema, desde aquellas primeras épocas del gobierno presidido por Manuel Fraga hasta el momento actual. Son muchas crónicas de incumplimientos. De promesas que no se materializaron. De afirmaciones y anuncios de realidades de los políticos que luego no se sustentaron para que de ellas nos pudiéramos beneficiar los gallegos. Ahora parece que entramos ya en la recta final y yo quiero creer a mí amigo que creció entre vías y máquinas de tren. Y lo quiero creer para que los gallegos que vivimos en la zona norte, Santiago, A Coruña y Ferrol dispongamos de las mismas ventajas y comodidades de los que viven fuera de nuestra comunidad. El técnico de Renfe, del que les vengo hablando en mí comentario, no vota socialista ya que desempeñó cargos de elección en un partido de centro-derecha, pero me pide que yo tenga abierto un voto de confianza ante los gobernantes estatales –“ya no hay marcha atrás”, me dijo– que están cerrando todos los flecos para que lleguen los nuevos trenes. Le respondo que así lo haré pero que no me contento sólo con esto. Quiero que Galicia disponga también de trenes de bajo costo y de larga distancia, y mayor número de frecuencias con la capital de España.
La llegada de la alta velocidad plena significará que en poco más de dos horas nos pondremos en el centro de Madrid. Un viaje totalmente competitivo en el tiempo con el aéreo, y espero que también lo sea en el precio.