Mientras escribo suena “Mi Buenos Aires querido” en la voz de Carlos Gardel, el inmortal interprete del tango, la expresión artística única que refleja la identidad de Argentina y de su gente.
Mi primera noticia de Buenos Aires se remonta a la ya lejana infancia cuando una mañana de otoño, mientras desayunaba antes de ir a la escuela, vi llorar a un matrimonio vecino que venían de despedir a su hijo que se marchaba para allá.
Para la gente de aquella aldea Buenos Aires estaba a una distancia sideral de Galicia que los paisanos, sin conocimientos de Geografía, expresaban diciendo “cando aquí é día alí é noite, e cando aquí é inverno, alí é verán”, lejanía que entonces significaba que los se iban nunca más volverían a su tierra. Por eso, los lloros de despedida eran como el certificado de la muerte en vida de una persona querida.
Todo esto contribuyó a mi fascinación infantil por la capital del Rio de la Plata que se mantuvo hasta que la situé geográficamente y supe el porqué de las diferencias estacionales y horarias entre Galicia y la nación austral.
Pero el embrujo no llego a su final hasta que hice el primer viaje a Buenos Aires con la curiosidad de aquel niño que me llevó a visitar lugares típicos y los monumentos más emblemáticos de la urbe. Uno de los momentos más emocionantes fue el encuentro con aquel vecino que en mi infancia dejó Galicia y logró sobrevivir dignamente, pero sin hacer la fortuna soñada.
De aquella primera estancia en Buenos Aires guardo el grato recuerdo de la acogida, la empatía y el cariño de la gente hacia nuestra tierra, muchos emparentados con ella.
Por toda esta vieja querencia, en Galicia es imposible entender que España rompa con este país con el que tenemos lazos fraternales, culturales y económicos profundos, que son la expresión de una relación histórica fortalecida a lo largo de los años.
Estos días coinciden la mayoría de los analistas en que, por graves que fueron las palabras del lenguaraz presidente argentino, que lo fueron, (también él recibió graves ofensas del presidente y varios ministros), esa decisión del Gobierno español es una reacción desproporcionada, irresponsable e infantil, la muestra de la poca madurez del presidente y del Ministerio de Exteriores que no están a la altura de España.
Una de las manifestaciones sensatas del excéntrico Milei, quizá la única sensata, fue calificar de disparate la retirada de la embajadora de España porque “eso es confundir ofensas personales con asuntos de Estado”, que es lo contrario del significado mismo de diplomacia que necesita mucha más prudencia que visceralidad
Pero con estos dirigentes, expertos en abrir conflictos diplomáticos, hay pocas esperanzas de que se revierta la situación. Y es lamentable, porque decisiones como esta dejan profundas heridas entre dos pueblos hermanos, España-Galicia y Argentina.