Parece mentira pero es así, aquel valor indiscutido que supuso el reencuentro entre españoles y garantizaba un futuro en paz ha sido volado por los aires, su espíritu destruido y sus éxitos ninguneados. La transición española (Q.E.P.D) que hasta hace nada era puesta como ejemplo en universidades de todo el mundo y aplaudida desde los dos lados del arco parlamentario ha sido volatilizada por aquellos que ni vivieron la guerra, ni la postguerra, ni la transición ni nada, por ingratos que hoy viven de la política gracias a los frutos de aquella operación política de talla alta (esto explica que estos destrozadores no la entiendan) y que fructificó en el tiempo de paz y democracia más prolongado de nuestra historia ¡ahí es nada! Lo más curioso, o indignante según se mire, es que quienes se dedican a apagar el fuego con gasolina se apresuran al mismo tiempo a acusar de odiar a los que defendemos aquel tiempo político, la transición, como ejemplar e incluso presumimos de haber vivido en directo aquellos acuerdos.
Pues bien, por el mero hecho de defender aquellos valores de concordia, diálogo y entendimiento somos “fachas” y sembramos odio. Pues va a ser que no y me rebelo contra esta marea de mentiras que pretende reescribir la historia a su medida y discutirlo todo sin aportar nada. Aquellos tiempos en los que el protagonismo lo tuvo el pueblo español merecen un respeto, no en vano en aquellas mesas de reencuentro se sentaban desde Fraga Iribarne, Santiago Carrillo, Solé Tura, Felipe González o Adolfo Suárez, entre otros, personas con las que se puede estar de acuerdo o no, pero cuya relevancia política nadie discute. Siendo esto así, cabe preguntarse quien y por qué quiere cargarse aquel hito histórico con resultados tan fantásticos para todos. He llegado a la conclusión de que por egoísmo de los actuales dirigentes de la izquierda española que sin más mérito que disfrutar de una democracia regalada quieren dejar su huella en la historia y les garantizo que, por este camino, lo conseguirán. Eso sí, no les arriendo la ganancia porque a la historia se puede pasar por muchas razones y mucho me temo que los renglones que van a ocupar no serán de loas, todo lo contrario. Y es que todos estos destructores de aquella parte de nuestra historia desprecian a los auténticos artífices de aquella transición pacífica y ordenada, hecha de “la ley a la ley” que fue todo el pueblo español que se explica por si solo con la aprobación de la Constitución del 78 y que ya está, también, en el punto de mira de los destrozadores. Un dato no menor, todo aquello se construyó sin derramar una sola gota de sangre, con la salvedad de la violencia terrorista de ETA que dejó más de mil cadáveres con la nuca destrozada con la marca de la banda asesina. Hoy, inexplicablemente, los hijos políticos de aquella organización terrorista son considerados por el actual gobierno como interlocutores válidos y se les tilda de “hombres de estado” un insulto inaceptable para todas las víctimas de ETA, pero también para todos los españoles de bien que crecimos viendo muertos en los telediarios todos los días y que apostamos por la paz y la democracia. Si dejamos que nos roben el valor de aquella transición para contar una historia alejada de la realidad, habremos perdido los demócratas y habrán ganado aquellos que tienen en el desorden, el odio y el enfrentamiento su caldo de cultivo. Con su permiso, yo no me callo ni me rindo.