El conflicto en el IES de Guitiriz

La pandemia dejó muchas secuelas en el ámbito de la enseñanza. Aparte de los problemas que generó en el desarrollo de los programas, el largo encierro desconectó a los escolares de la realidad, de su contexto educativo y de su mundo de relaciones y creó en ellos una enorme dependencia de la red.


De vuelta al colegio, se generaron pequeños conflictos propios de la interacción entre personas, muchos de ellos causados por la sensibilidad “a flor de piel” que suele caracterizar a los escolares. “El primer año post-pandemia nos encontramos con que había muchos conflictos, el clima estaba enrarecido. El alumnado había dejado de socializar, o lo había hecho a través de pantallas y esos problemas acababan en el aula”, explica Susana Vázquez, jefa de estudios del IES Díaz Castro de Guitiriz.


Los profesores se percataron de la nueva situación que deterioraba la convivencia y convirtieron esa “debilidad” conflictiva en una “oportunidad” para el crecimiento personal del alumnado. Crearon “equipos de mediación” entre iguales para manejar las diferencias de manera constructiva fomentando el entendimiento mutuo y el desarrollo de habilidades para la resolución pacífica de esos conflictos menores.


El centro tiene 210 alumnos y el equipo de mediación lo integran voluntarios de secundaria, bachillerato y FP básica que intervienen en todo tipo de conflictos, desde un desorden en una clase hasta una vieja enemistad que tiene incidencia más allá del instituto.


El proceso de mediación es voluntario y confidencial, de lo que se habla en las reuniones ni siquiera dan cuenta a profesores u orientadores. Los jóvenes mediadores, formados para cumplir con esta función, reúnen a las partes, practican la “escucha activa”, respetan el turno de palabra –el respeto es una clave importante en la mediación– y “buscamos saber cómo se sienten y qué digan que necesitan para resolver el conflicto. Nosotros somos neutrales, no nos ponemos ni de un lado ni del otro”, dice Aroa Leira, mediadora de 4º de ESO.


Por su parte, Gabriel Lorenzo, mediador de 1º de bachiller, apostilla que “Nosotros no somos jueces, no les decimos ‘’tú vas a hacer esto y tú vas a hacer lo otro’’, sino que ayudamos a que esas personas puedan encontrar por ellos mismos la solución”. Dice Yolanda Barallobre, orientadora del centro, que gracias a esta y a otras iniciativas bajó el nivel de crispación, el claustro ve ahora una convivencia mucho más positiva”,


Chapó para el IES Díaz Castro de Guitiriz por esta iniciativa. Contribuye a la creación de una comunidad escolar sana y cordial, libre de moobing, donde los alumnos son valorados y escuchados, se sienten importantes como personas, que es la clave para crear un ambiente propicio para el aprendizaje. Y para que sepan vivir mañana en esta sociedad en la que habrán de hacer frente a muchos conflictos. 

El conflicto en el IES de Guitiriz

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