Errejón, a la izquierda de Sánchez

La designación de Iñigo Errejón como portavoz parlamentario de Sumar me parece que contribuye a elevar algo el nivel teórico en las portavocías del Congreso.


Su predecesora, hoy candidata de Sumar en las elecciones gallegas, francamente no llenaba el cargo, como no lo llenó jamás Pablo Echenique. Y como no lo llenaron otros portavoces que por la Cámara Baja han desfilado en otros grupos parlamentarios, desde la socialista Adriana Lastra -un auténtico desastre- hasta la ‘popular’ Cayetana Álvarez de Toledo, que actuaba para sí y no para su partido. Ni tampoco lo han llenado sucesivos portavoces socialistas, el último de los cuales, Patxi López, he de reconocer que me ha defraudado en el excesivo seguidismo de consignas imposibles, incompatibles con lo que el propio López decía hasta muy recientemente. 


Ahora la pregunta es si Errejón, que llega, pese a su ya larga trayectoria, como de refresco, será capaz de cumplir el papel que secretamente se le asigna: ser una referencia creíble, posible, con posibilidades de liderazgo, en la izquierda española.


Alguna vez, hace años, junto con mi colega Federico Quevedo, en un libro que, la verdad, no dejó bastante memoria de sí, escribí que Iñigo Errejón iba a ser el gran heredero a la izquierda de un partido que, como el PSOE, iba perdiendo rápidamente sus señas de identidad. Es decir, pronosticábamos para Errejón un papel que luego desempeñaría Yolanda Díaz, desde luego con mucho mayor don de gentes que este madrileño que sigue sin representar sus 41 años, fundador de Podemos e irrevocablemente destinado, como el resto de los iniciadores de ese partido, a chocar con la personalidad intratable de Pablo Iglesias.


Lo que mucha gente se pregunta, al comprobar que finalmente Errejón ocupa un papel destacado en un lugar tan lleno de posibilidades como una portavocía en el Parlamento, es cuánto tiempo tardará él en acoplarse de lleno a los planes de la señora Díaz -no, no está plenamente acoplado, aunque las relaciones sean buenas-... o en sustituirla en el protagonismo de una parcela política que cuenta con un potencial de casi seis millones de votantes, si lo hace bien y el PSOE sigue haciéndolo mal.


Creo que una de las claves sobre el devenir de la política española está precisamente en esa izquierda-de-la-izquierda de la que con tanta brillantez como oportunismo y descaro se ha apoderado Sánchez, convirtiendo a Yolanda Díaz en poco menos que un apéndice del PSOE, o al menos del PSOE de Sánchez. Qué duda cabe de que los volatines, trapisondas, cruce de líneas rojas, opacidades y contradicciones en los que ha caído el llamado ‘sanchismo’, han provocado desencanto en una izquierda que, pese a todo, sigue manteniendo, porque el poder es un pegamento milagroso, y véase, si no, el caso, de Emiliano García Page, la disciplina.


Lo que me pregunto es lo que ocurrirá el día en el que esa disciplina se resquebraje, y pongo el ejemplo de Podemos, que acumuló no poco poder en los tiempos dorados de Pablo Iglesias, para demostrar que algo de eso ocurrirá en función de la coyuntura, los resultados de las próximas elecciones y las maniobras que haya que hacer para que el fugado de Waterloo siga apoyando la actual gobernación en La Moncloa hasta el desastre final. Porque Sánchez, hay que advertirlo, no va a ser eterno y entonces, después ¿qué?
¿Es Errejón, en esencia, un socialdemócrata? En mi opinión, claro que sí. ¿Es Yolanda Díaz una comunista? En mi opinión, claro que no. 

Errejón, a la izquierda de Sánchez

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