España quiere el rearme, pero ¿qué rearme?

Algunas encuestas en los últimos días resultan significativas: la insistencia en la necesidad de un rearme europeo hace que una mayoría de españoles se muestre decididamente inclinada a incrementar sustancialmente el gasto en defensa: un 52 por ciento están a favor, de los cuales más de sesenta por ciento son hombres y un 62,6 mayores de 65 años. Es decir, que, si se mira con calma, la sociedad está dividida: el 40 por ciento de las mujeres y el 41 por ciento de las personas entre treinta y cuarenta y cuatro años piensan que nuestro país no debe acelerar el gasto militar, destacando el socio del Gobierno de Pedro Sánchez Sumar, el 62 por ciento de cuyos votantes piensa que de ninguna manera habría que dedicar más dinero a armarse.


El debate, aunque desde los gobiernos intente evitarse o minimizarse, se prevé caliente, mientras en muchos titulares, de manera un poco apocalíptica, se habla, hipotéticamente, de posibilidades y riesgos de una tercera guerra mundial. Claro que fue desde el despacho oval de la Casa Blanca desde donde se utilizó antes este espeluznante concepto...


Reconozco que me asustan estos vientos belicosos que han comenzado a soplar por la vieja Europa, sin duda porque desde el otro lado del Atlántico alguien sopla huracanes, y alguien al Este los recoge. Que, de acuerdo con encuestas como la de este domingo en El Mundo, los ciudadanos de la Europa que hace unos meses pensaban en Eurovisión y en regularizaciones moralizantes de tecnologías y tecnocracias se lancen ahora a aprobar inversiones multimillonarias en armamento, en detrimento del estado de bienestar y la cultura, ha de hacernos pensar. Este martes se reúnen en París los jefes de Estado Mayor de los ejércitos de la UE –allí estará, por supuesto, nuestro Jemad, el almirante Teodoro Esteban–, un encuentro que, claro, no puede dejar de parecer significativo. ‘Si vis pacem...’


No quisiera parecer alarmista, aunque haya algunas horas del día en las que empiezo a sentirme alarmado ante la loca carrera que hemos iniciado hacia quién sabe dónde. Porque esa es otra: al ciudadano medio –usted, yo–, o a muchos de nosotros al menos, nos inquieta la sensación de que hay una especie de improvisación tras esta carrera hacia el rearme, y tales inquietudes y esas improvisaciones se muestran a las claras al analizar a fondo la mayor parte de las encuestas que vamos conociendo, publicadas o no.


¿Qué rearme, para qué lo necesitamos, es imprescindible acumular armas ‘convencionales’ en la era de la guerra de los drones? Y, por cierto ¿sabemos qué recortes presupuestarios –en España ni Presupuesto tenemos– serán necesarios para recaudar esos ochocientos mil millones de euros que reclama Europa para hacer frente a cualquier amenaza bélica de, pongamos por caso, Rusia? Sí, esa Rusia a la que seguimos comprando petróleo y cuyos embajadores siguen tranquilamente instalados en todas las capitales de la UE. El enemigo, suprema contradicción, sigue cómodamente viviendo entre nosotros.


Europa, el mundo, llevan ochenta años sin una guerra mundial. Muchas generaciones nos hemos sentido a salvo de una confrontación globalizada tan cruel como las dos que tantos millones de vidas costaron el siglo pasado. Creo que todas las partes en conflicto –que somos todos– deberían, deberíamos, estudiar la Historia para estar seguros de no repetirla, ni como tragedia ni, ya lo decía Marx, como farsa. Porque ocurre que tanto las tragedias como las farsas cuestan a veces muy, muy caras. Y se inician cuando se empieza hablando de que son inevitables.

España quiere el rearme, pero ¿qué rearme?

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