No me importa que EH Bildu lleve en sus listas municipales y autonómicas a decenas de asesinos, cómplices o apoyos activos de ETA en los peores años del terrorismo. Me importa que haya cientos de miles de ciudadanos que les voten y que sigan defendiendo a los que mataron y torturaron a inocentes.
No me importa que los asesinos, sus cómplices y sus herederos lleguen a las instituciones, una vez que, derrotados por la democracia y la ley de todo un pueblo, fueron obligados a deponer las armas. Me importa que sean socios voluntariamente aceptados por el Gobierno de España, con un presidente que se comprometió a no pactar nunca con ellos. Y que quienes recogían las nueces cuando ETA movía el árbol, se den la mano con ellos.
No me importa que una vez cumplidas sus condenas vivan con normalidad, incluso con cierta chulería, por las calles del País Vasco o por donde quieran. Me importa que no se hayan arrepentido, que no hayan pedido perdón a sus víctimas y que éstas se encuentren con ellos en cualquier esquina y vuelvan a recordar lo que sufrieron, cómo asesinaron sin piedad y cómo hoy siguen teniendo miedo.
No me importa que los terroristas rehagan sus vidas. Me importa que haya una estrategia para “vender” a los asesinos como héroes de la libertad. Me importa que siga habiendo homenajes a los asesinos en sus pueblos y que las víctimas tengan que esconderse. Me importa que la mayoría de los jóvenes del País Vasco no sepan quién es Ortega Lara o Miguel Ángel Blanco, ignoren los casi mil asesinatos de ETA y nadie se lo enseñe ni quiera recordarlo.
No me importa apostar por la reconciliación y el perdón porque no hay vida posible en medio del odio, el terror o el miedo. Me importa que esa reconciliación sea únicamente a costa de las víctimas, del olvido de lo que pasó, sin que los victimarios y sus cómplices criminales reparen los terribles daños causados.
No me importa si los presos de ETA son tratados como los demás reclusos. Me importa que, sin pedir perdón, sin arrepentimiento, sin colaborar para aclarar los más de trescientos asesinatos pendientes de autoría, reciban beneficios penitenciarios inmerecidos por parte del Gobierno de España y del Gobierno Vasco y salgan a la calle como “ciudadanos rehabilitados” y luchadores por la libertad. Me importa que se cambien votos por presos.
No me importa que vuelvan a sus pueblos cuando terminan sus condenas. Me importa que decenas de miles de vascos que tuvieron que huir para salvar su vida no puedan volver y que haya muchos pueblos en el País Vasco donde la libertad no existe para muchos ciudadanos y la democracia sigue secuestrada por el miedo.
No me importa que se hable de las víctimas del franquismo. Me importa que se ignore, se maltrate y se olvide a las víctimas de ETA y que los delincuentes, no las víctimas, sean el sujeto central del relato político.
No me importa que se investiguen “las cloacas del Estado”, como pide Otegui. Me importa que “los zulos del odio” sigan vivos y bien alimentados en el País Vasco.
No me importa que se escuche la voz de ETA, de sus herederos y de sus cómplices. Me importa que la justicia penal no impida, en la medida que pueda, los comportamientos de las personas que incitan al odio.Me importa que, como dijo Martin Luther King, cuando reflexionemos sobre lo que ha sucedido “no nos parecerá lo más grave las fechorías de los malvados, sino el escandaloso silencio de las buenas personas”. Incluso, la complicidad y el lavado de cara de quienes más obligados están a defender el honor de las víctimas.