Fraga y la memoria democrática

El concello de Cariño aprobó retirar el nombre de Manuel Fraga de una calle y del colegio del pueblo en un pleno en el que los concejales populares, con la alcaldesa en cabeza, se abstuvieron en la votación de la moción reprobatoria del BNG y PSdeG-PSOE del “papel de Fraga en la dictadura franquista”. Más allá del arrepentimiento de la alcaldesa –sus mandos sabrán cómo seleccionan a los candidatos–, este hecho, insólito a estas alturas de la vida democrática española, merece unas anotaciones.


En la vida de los seres humanos hay dos premisas que nos acompañan a lo largo de la existencia. Una dice que la vida de los hombres y la historia de los pueblos no se construyen con seres impolutos, sino con personas reales, complejas, llenas de contradicciones y condicionadas por las circunstancias de su tiempo. Esto mismo recuerda la sentencia bíblica “El que esté sin pecado que tire la primera piedra”. La segunda premisa, también consustancial a los humanos, es la posibilidad de cada cual de reorientar su ideología y su conducta en ejercicio de la libertad, lo que nos distingue de los robots.


Dicho esto, en España muchos de los que ‘pecaron’ en la dictadura fueron después protagonistas de la Transición sin que su pasado les impidiera cambiar y contribuir a la construcción de la democracia, lo que prueba que las personas no están condenadas a perpetuar sus errores o a ser prisioneras de su pasado.
Entre esos protagonistas está Fraga. Su compromiso con la democracia –como jurista y político, como padre de la Constitución, arquitecto del consenso constitucional y presidente de Galicia– refleja su esfuerzo consciente por asumir el papel de actor principal de un proceso de cambio que exigía entonces la sociedad española.


Con las dos premisas citadas se entiende mejor la figura del expresidente de la Xunta. En él confluyen la “memoria histórica” y la “memoria democrática” dentro del proceso de transformación política que vivió España hace cincuenta años. La Transición nunca se habría logrado sin el esfuerzo de reconciliación de los vinculados a la dictadura, como él, de quienes la combatieron y de los que vivieron cómodos bajo su amparo. Todos tuvieron un papel importante en la construcción de la democracia que hoy disfrutamos.
Fraga es un ejemplo de cómo la capacidad de renovación y cambio personales e ideológicos contribuyeron al progreso colectivo y eso recuerda que la democracia es, al final, un proyecto perfectible, siempre abierto a todas las aportaciones.


En democracia, los políticos maduros no clasifican las figuras históricas en “buenos y malos”, buscan comprender sus trayectorias en toda su complejidad. Por todo lo dicho, los ediles de Cariño deberían ser menos sectarios revisando el pasado de personas como Fraga y aprender de su trayectoria para mejorar la gestión en su pueblo.

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