Esto, con Franco, SÍ que pasaba

El proceso de imposición y de acatamiento, que es aún peor, de la censura y con ello de la violación de nuestra libertad de expresión está ya a punto de culminar. Estamos asistiendo a los penúltimos retoques para que nos la conviertan en ley y los definitivos gaseados propagandísticos para que encima digamos que es bueno, dulce y por nuestro bien y que facha el que no baile a su son.


Porque lo primero que hay que conseguir, y en eso en realidad llevamos años es conseguir la abducción de cuanto más porcentaje mayor de que lo que se está perpetrando es un avance hacia la bondad universal y algo consustancial con la causa universal del “progreso”. De hecho, ello está ya en gran parte madurado y conseguido. Los santos mandamientos de esta nueva inquisición se han ido extendiendo y convirtiéndose en obligado cumplimiento en todos los ámbitos de nuestra vida, y nuestra manera de hablar y nuestro miedo a expresarnos. La autocensura ya es un hecho asumido y el paso a haberse convertido en norma cuya ruptura es castigada como delito se ha dado ya en muchos aspectos.


Lo de ahora es la definitiva vuelta a la cerradura para dejarnos del todo engrilletados. Para volvernos medio siglo atrás. Porque esto, sí que sí, pasaba con Franco. Y lo que ahora se han puesto a llamar Regeneración Democrática, el truco de siempre de bautizar de blanco con lacito rosa la peor y mas letal pestilencia, es el retorno de la censura y el control de los medios de comunicación, santo y seña de toda dictadura y obsesión de todo tirano.


Cuando España y su pueblo, que estuvo entonces a la altura del reto y dio una lección al mundo, recuperó sus derechos como tal y su Libertad se cuidó muy mucho de colocar y resaltar la de expresión, información y opinión, en visible y destacado lugar de su Constitución. Y ahí está. Pero el sanchismo ya ha aprendido la forma y tiene para ellos los palanganeros precisos instalados y al mando de quien tiene la misión de velar por su cumplimiento, de que se pueda demoler y vulnerar, bendiciendo, ademas, su violación.


Así que a eso se van a dedicar de manera preferente y como labor fundamental. A la persecución de la prensa libre, al acoso a los periodistas “desafectos al Régimen” y, otra marca de la casa, a cubrirlos de fango y hundir sus vidas y famas, clamando al tiempo que son ellos las victimas cuando en realidad son la gran fábrica del cieno. Los jueces serán, son ya, el otro objetivo esencial de la operación.


Porque, amén de otras cuestiones, hay en esto un enlace crucial entre ambas dianas. La libertad de expresión y el derecho a la información están, por supuesto, sometidos a las leyes y no pueden pisotear los derechos de los demás. Y a quien se puede recurrir y quien debe dictar sentencia sobre ello es el Poder Judicial. Que es ahora al que se quiere también controlar y si no se puede pues sustituirlo como ahora pretenden hacer. Un sanedrín de ministros será el “tribunal” de vigilancia y sanción que decida lo que es correcto o no publicar y aplicar las sanciones y correctivos a los díscolos. O sea, los censores de siempre, de cuando entonces y la “oprobiosa” pero ahora, y para mayor escarnio de la verdad, disfrazados de defensores de la “limpieza” y la “transparencia” y de la Democracia, claro está.


Lo que en realidad es y de lo que se trata, y nada más que de ello y por ello va todo este tinglado, podría resumirse en un solo articulo de esa ley: Prohibido hablar mal de Sánchez, su mujer, su hermano, su cuñada, de todos sus allegados y de todo aquel que él decida que tiene su “protección”.

Esto, con Franco, SÍ que pasaba

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