Aún no hace demasiado tiempo que se creía que un municipio endeudado era el resultado de una buena gestión y la consecuencia de dar cumplida respuesta a las necesidades vecinales.
Actualmente está constatado que puede ser también como consecuencia de prácticas corruptas o de una pésima gestión del dinero público al gastar por encima del techo de gasto y consiguientemente fuera de sus posibilidades.
En épocas de austeridad, donde debería primar un mayor control en el gasto público y menos recortes en servicios básicos, nos encontramos con administraciones locales y autonómicas que destinan ingentes cantidades de dinero para obras faraónicas con la “disculpa” de que están ya presupuestadas, adjudicadas y que el dinero llega de otras administraciones, central o europea.
¿Acaso la Unión Europea no somos todos los ciudadanos que vivimos y residimos en alguno de los veintisiete países?
Los primeros que tienen que dar ejemplo de austeridad y buena gestión son los responsables públicos y a ellos tenemos que exigirles un poco más de respeto con el dinero de todos, proceda de la administración que proceda.
Hay partidas presupuestarias básicas en asuntos básicos y fundamentales como la sanidad, la educación, la dependencia, servicios sociales y favorecer la creación del empleo que son primordiales para los ciudadanos y la vida cotidiana de una gran parte de personas.