Gobernar en solitario

No conozco a ningún partido político en ningún lugar del mundo que no aspire, tras concurrir a unas elecciones, a gobernar en solitario. En España hubo un tiempo en el que había dos grandes partidos que juntos sumaban un 80% de los sufragios emitidos, le llamaron “bipartidismo” y aquello hacía fácil la posibilidad de alternancia en el poder, ganaba uno u otro y, si lo necesitaba, buscaba pactos puntuales con otras formaciones para sacar adelante leyes o presupuestos. Aquello también tenía su aquel, porque a la sombra de aquellas negociaciones, se engordaron a partidos nacionalistas que vieron el negocio rápidamente, sus votos se cambiaban por dinero para sus territorios y los votantes de esas formaciones descubrieron que sus partidos eran útiles para captar inversiones. Lamentablemente esos partidos nacionalistas no eran socios fiables y pronto empezaron a mostrar deslealtades con el estado y a atacar la Constitución española y a la monarquía parlamentaria, nudo gordiano de nuestro estado de derecho y respaldada por el referéndum de 1978. Dicho lo cual, no hace mucho tiempo que Alemania acuñó un término muy adecuado para la situación actual:” realpolitik” que viene a significar que la política debe de adaptarse a la realidad cambiante y poner el pragmatismo sobre la mesa para dejar de vivir en la nube bipartidista y aceptar que el multipartidismo había llegado, en principio, para quedarse. La fragmentación política se refleja muy bien en nuestro parlamento en el que hay más de diez partidos representados y hasta el último escaño puede ser imprescindible para conformar mayorías. Teruel Existe es buen ejemplo en España. Por la izquierda la cosa está clara, Sánchez ha demostrado cero escrúpulos a la hora de cerrar acuerdos con todo aquello que está a su izquierda, incluyendo a Bildu o Esquerra Republica, entre otros, porque no olvidamos que el propio Sánchez anunció que no dormiría tranquilo con Podemos para pasar a designarlos sus socios y darles ministerios y vicepresidencias. Ya lo dijo el propio Sánchez, “no importa el con quien, sino para qué” y eso incluyó a terroristas, golpistas y agresores de policías, el para qué ya lo sabemos porque venimos sufriéndolo estos últimos años todos los españoles. En la derecha la cosa es más complicada, a la derecha del PP solo está Vox y es el único partido con el que el PP puede acordar mayorías alternativas a la izquierda. Inexplicablemente el propio PP participa en la estigmatización del partido de Abascal y lo señala para regocijo de la izquierda, pero también para la inquietud de los votantes de centro derecha que no entienden por qué PP y Vox no coinciden en ocasiones para formar mayorías que aparten a la izquierda del poder. La “realpolitik” nos pone en una situación de bloques y el electorado lo tiene asumido, o gobierna el bloque de izquierda o el de derecha y no hay más. Lo que está sucediendo en Extremadura manda un mensaje equívoco al cuerpo electoral. El PP no ganó allí las elecciones, no tiene diputados suficientes para gobernar en solitario y solo puede obtener una mayoría acordando con Vox. Esto es así, les guste o no y lo demás es darle una oportunidad a la izquierda de conservar el poder. Los analistas de riesgos del PP deben rebajar decibelios y poner los pies sobre la tierra porque despreciar la decisión de los votantes que han dicho que allí gobierna PP-Vox o PSOE-Podemos puede tener consecuencias. 

Gobernar en solitario

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