E l Gobierno y sus voceros intentan convencernos que es de lo más normal que la mitad del Consejo de Ministros se manifieste contrario a decisiones aprobadas por el propio Consejo o a políticas puestas en marcha por el propio presidente.
Es normal, dicen, en una coalición hay distintos puntos de vista. Sin duda. Cuando gobiernan partidos distintos hay diferencias, pero si esas diferencias son sobre asuntos de Estado, entonces hay un problema.
Que los ministros de Podemos hayan dado la espalda a la celebración del 40 aniversario de la entrada de España en la OTAN, podría comprenderse si fuera una celebración interna, pero resulta que además del Jefe del Estado, el rey Felipe VI, de la mayoría de los ex presidentes de Gobierno, del líder de la oposición, el señor Nuñez Feijóo, de todos los representantes de las instituciones, cuatro ex secretarios generales de la OTAN además del actual Secretario General, Jens Stoltenberge, los treinta embajadores de los países que forman parte de esta organización, es decir ha sido una cumbre por todo lo alto.
Y no cuela la excusa de la vicepresidenta Yolanda Díaz diciendo que tenía un compromiso. La señora vicepresidenta quiere quedar siempre bien con unos y con otros y va a terminar quedando mal con todos.
La cuestión de fondo no es solo que Podemos esté en contra de la OTAN, sino que, además, su postura respecto a la invasión de Ucrania por parte de Rusia, no se corresponde con la que oficialmente ha adoptado el Presidente Sánchez y por tanto el Gobierno del que la señora Díaz y el resto de los ministros podemitas forman parte.
Mientras el presidente del Gobierno se ha alineado, como no puede ser de otra manera, con la Unión Europea en su decisión de apoyar al agredido, o sea a Ucrania, desde Podemos han decidido obviar el enorme sufrimiento que Vladimir Putin está infligiendo al pueblo ucraniano. ¿Por qué?
En cualquier caso esta diferencia entre socialistas y podemitas no es menor, y por mucho que el Presidente Sánchez haya decidido cabalgar la contradicción que supone tener la mitad del Consejo de Ministros yendo en dirección contraria, para los ciudadanos de a pie resulta incomprensible el espectáculo.
Lo que parece es que salvo en algunas cuestiones, pocas, es Podemos quién lleva la batuta y las riendas del Gobierno, quién ha impuesto su agenda política sacando adelante leyes controvertidas unas y acertadas otras, pero que todas llevan su sello, mientras que la parte socialista del Gobierno luce por su ausencia.
En realidad Pedro Sánchez es un rehén, un rehén de Podemos y de los partidos independentistas, un rehén que asume su condición con gusto y desparpajo puesto que eso le permite seguir en la Moncloa.