Las obras del cruce del Sol y Mar, en Oleiros, costaron más de 12 millones de euros. El primer accidente en Alfonso Molina demostró que la inversión no soluciona el colapso. Cuando esta avenida se amplíe, invirtiendo equis decenas de millones, ocurrirá lo mismo. Entre otras cosas porque hay embudos naturales difíciles de sortear. Al menos tenemos un consuelo: crece la opinión entre los ciudadanos de que la solución no pasa por más obras sino por más transporte público. Pero las obras no suelen ser del todo malas, los políticos presumen de ellas y al parecer les granjean votos. Nadie pide cuentas sobre lo gastado y nos ponemos muy contentos cuando se inauguran, aunque generalmente el coste final se incremente un tercio sobre lo presupuestado y se retrase años su finalización.
Por qué los votantes nunca pedimos responsabilidades sobre nuestros dineros es un misterio que solo puede resolver la psicología social. Espero que la psicología social tenga una respuesta más científica que la mía, porque la mía es que simplemente somos idiotas. Cumplimos con Hacienda y en vez de exigir que rindan cuentas, votamos con banderas tipo “libertad o comunismo”, “igualdad o ultraderecha”, “okupación o nos invaden los inmigrantes”. Mire usted, déjese de palabrería y dígame en qué se gastan mis billetes. Después ya veré yo si me gusta o no.
Existen iniciativas de transparencia sobre dónde van los impuestos, pocas y con escasísima repercusión en la opinión pública, pero alguna hay. Que no reciban más atención de los contribuyentes solo habla de nuestra falta de cultura democrática como sociedad. Sí, las negociaciones presupuestarias suelen ser noticia. Incluso las cifras globales: el Estado, 700 mil millones; la Xunta, 13 mil millones; el concello de A Coruña, 375 millones… Pero esas cifras se desvanecen en nuestra memoria, como cuando nos hablan de techo de gasto, deuda pública o “senda de estabilidad” (preciosa expresión, pardiez). Y si perdemos esa perspectiva, ¡cómo nos vamos a enterar de las cuentas reales! Venga, acúsenme de infantilizar a los votantes. Me declaro culpable.
Pero es que nos tratan como a niños. Nos asustan con las pensiones, nos bajan y suben el IVA como si fuera de goma, cada administración trapichea con sus ventajas fiscales frente a la de al lado, que si hay demasiados tributos, que si educación, sanidad y justicia no tienen ni para fluorescentes, que si somos un país de rotondas y aeropuertos, que si los políticos se forran o que cobran una porquería… Nos dicen todo lo que cada uno de nosotros queramos oír en función de nuestra emoción ideológica. Ideología, mucha; pero idea poca sobre qué se hace de verdad con nuestro dinero.
Pues volviendo al ejemplo del Sol y Mar, lo que se hace con nuestro dinero no parece solucionar el problema. Y claro que las sociedades avanzan, pero o nos falta inteligencia o nos falta decisión para gastar nuestros cuartos con más eficiencia. En el caso de los accesos coruñeses, claramente falta decisión, porque hasta el más lerdo de los analistas sabe que sobra transporte privado y falta transporte público en hora punta. Así que hemos gastado 12 millones y el atasco sigue ahí. ¿Alguien va a responder por este error?, ¿podríamos haber utilizado esa millonada en algo más eficaz? O, pensando en positivo, ¿cuánto tendríamos que gastar para evitar tirar horas de nuestra vida y litros de combustible cada vez que llueve y se abollan cuatro carrocerías? Ánimo, queridos líderes sociales, pongan los millones en una red de transporte metropolitano digno que arregle esto de una vez por todas. Y ánimo, queridos conciudadanos, voten más mirando la cartera, que detrás de ella también está el corazón. La leche, parezco un político. Perdón.