Los números son un escándalo que parece no escandalizar a nadie. Detrás de esos números hay niños, el suicidio infantil y adolescente han superado todos los récords y todos nos miramos con cara de incredulidad no queriendo afrontar el problema con la profundidad que se merece. Todo queda en un ¿Por qué? y nunca tiene respuesta. Hoy quiero proponerles una reflexión por si de algo sirviera. Quizá le hemos robado la infancia a los niños, les cargamos de responsabilidades para las que no están preparados y se les fuerza a dar resultados pronto, con prisa en un ambiente de competitividad que muchas veces les supera. Se trabaja el individualismo y desde muy niños, cuando sólo deben de aprender a jugar y socializar con sus amigos, les exigimos altas notas y los comparamos con sus compañeros, se les inocula la idea de que hay que ser el mejor, el más brillante al precio que sea. No se les forma en valores humanos porque la democracia ha olvidado los principios y nunca se consigue un acuerdo de estado para pactar una ley de educación que recoja un currículo de valores que les ayude a formarse como personas, pero respetando los tiempos. Los niños ya no juegan en la calle, sus amigos, a la vez que competidores, son sus compañeros de clase y poco más. Su tiempo lo dedican a las consolas, donde queman horas y horas en soledad, les ponemos en su mano móviles que les dan acceso a las redes sin ningún control donde encuentran información o desinformación, según se mire, para la que no están preparados y donde se encuentran con todo tipo de personajes en muchas ocasiones con pocas buenas intenciones. Los padres parecen haber renunciado a educar y con tal de que el niño no moleste… ¡que juegue a lo que quiera! El colegio no educa, facilita, en el mejor de los casos, conocimientos. Los casos de menores que abusan de sus compañeras crecen también y los políticos, no todos, quieren enseñar a los niños sexualidad a edades inapropiadas. Crecen también los casos de bullying como consecuencia de esa concepción pandillera de esas bandas importadas que ocupan titulares en los periódicos y que parecen haberse colado en las aulas de nuestros críos. A los profesores se les ha quitado su rango de autoridad e incluso son agredidos en los propios centros educativos con muy poca capacidad de protección para ellos, ahora son muchos los docentes que temen a sus alumnos y a las consecuencias de un castigo que les puedan imponer, es el mundo al revés. Pues cuando creíamos que esto no podía ir a peor les decimos que pueden cambiar de sexo cubriendo un papel o abortar sin permiso ni conocimiento de sus padres, decisiones transcendentales para sus vidas y para las que tampoco están formados. Los referentes que tienen idealizados por las televisiones son un desastre, frikis sin ninguna formación que ganan dinero rápido y popularidad desmedida sin más mérito que vender sus vidas e hipotecarlas hasta convertirse en juguetes rotos que algún día les pasará una cara factura. Futbolistas de éxito que violan a mujeres y tampoco reciben el reproche social que merecen. El problema entre los niños no es la salud mental, es la mala salud social con la que conviven.