El inicio de la duodécima legislatura en el Parlamento gallego reconcilia con la política, al menos por unos días. Sin entrar en los detalles de la liturgia protocolaria del acto, hay dos imágenes relevantes que captaron las cámaras y publicaron los medios impresos al día siguiente.
En una departían en buena armonía el presidente Alfonso Rueda con la líder de la oposición, Ana Pontón. En otra aparecen el mismo Rueda y el líder del PSdeG, Gómez Besteiro riéndose relajados, quizá después de que uno de ellos contara alguna brincadeira. Unos gestos altamente expresivos del buen ambiente entre los líderes de las fuerzas políticas.
Igual de reconfortantes fueron las declaraciones de intenciones posteriores para esta legislatura. La nacionalista Ana Pontón dijo que tratará de hacer “unha oposición en positivo, centrada en mellorar a vida das persoas e en poñer sobre a mesa alternativas”, y el socialista Besteiro avanzó que su partido hará una oposición firme, responsable y constructiva y dará su apoyo a las iniciativas que “xeren a mellora económica de Galicia”.
El talante del presidente en funciones, ganador de las elecciones, transmite la idea de que no gobernará con la arrogancia que le permite la mayoría absoluta, sino que lo hará “enriqueciendo” su programa con las iniciativas, aportaciones y propuestas de la oposición, que, como el Gobierno, tiene ideas valiosas. Eso es gobernar: gestionar y administrar recursos siempre escasos buscando sinergias y la cooperación para lograr avances en la consecución de objetivos que todos comparten para Galicia.
Una Galicia que no es la tierra de Jauga con un rio del que “manan leche y miel”, como suele pintar el Gobierno. Tampoco es la Galicia pobre “de almas rendidas” que muchas veces retrata la oposición. Este gran país supera la media de España en muchos indicadores, pero tiene problemas pendientes que resolver, reformas que acometer, proyectos que implantar… Apuntalar sus fortalezas y subsanar sus debilidades es la misión encomendada a los setenta y cinco diputados.
De ellos se espera que defiendan con pasión sus programas y posiciones, que debatan con firmeza y discrepen con elegancia defendiendo sus puntos de vista. Pero también se espera que dialoguen para alcanzar acuerdos en asuntos importantes para el país, siempre en un ambiente de serenidad y concordia, con lealtad institucional y con la responsabilidad de quienes ostentan la alta representación del pueblo gallego.
La jornada inaugural presagia una legislatura estable en un Parlamento sereno, con modales y formas democráticas que son un orgullo para Galicia y los gallegos. Nada que ver con el Congreso donde los diputados chapotean “espetados” en el fango de la crispación, las amenazas, insultos, el odio y la falta de educación. Una vergüenza.