Como cada 1 de enero sueño con un futuro inmediato que se me antoja que será mejor que el año que despedimos. Seguramente peco de ilusa. Aún así no puedo dejar de esperar que este 2022 sea el año en que los científicos ganen la batalla al maldito Covid y podamos retomar nuestras vidas allí donde las dejamos.
Pero además me gustaría que este sea el año en que nuestros dirigentes políticos estén a la altura de lo que la sociedad demanda de ellos. Es decir, que además de pelearse por el disfrute del poder, se pongan a trabajar en los problemas de los ciudadanos. Necesitamos que nuestro sistema sanitario se refuerce, y para eso es necesario un Ministerio de Sanidad operativo y capaz de dirigir la política sanitaria de todo el país por más que las autonomías sean las encargadas de gestionar el día a día. Y sí, es necesario que aumenten las plantillas, y que no se deje al pairo la atención primaria. Para eso hay que pagar adecuadamente al personal sanitario. Nuestras Universidades forman excelentes profesionales que terminan marchándose al extranjero dónde se les paga adecuadamente. Sí, hay que pagar más a quienes se encargan de nuestra salud. Así que este es uno de mis deseos, yo creo que el principal por urgente, en este año que estrenamos. Ya puestos a pedir me gustaría que las nuevas hornadas de los políticos dejen de manosear la Transición y de paso la Constitución. Y es que el pacto constitucional nos ha permitido vivir los últimos cuarenta años en democracia y libertad, y el nuestro es un país moderno donde aún resiste el Estado del bienestar.
Pido más, pido que se invierta en investigación, que las Universidades sean centros donde se aprende y se investiga. Y ya puestos reclamo sin timidez que el aprendizaje de las Humanidades ocupe el lugar que merece en los currículos escolares pero también en la Universidad. ¡Ah! Y que la Administración sea más eficiente y los funcionarios conscientes de que están al servicio de los ciudadanos. Otra asignatura pendiente es el trato digno que merecen todos aquellos que hayan cumplido años hasta entrar en lo que eufemísticamente llaman “la tercera edad”. Hay que cambiar el concepto de las residencias, hay que repensarlas, poner en marcha pisos tutelados, o que los ancianos puedan seguir viviendo en sus propias casas con los cuidados pertinentes.
Vivimos en una sociedad a la que se le llena la boca con la palabra solidaridad, pero es incapaz de mostrar esa solidaridad con quienes han llegado a la vejez. Las residencias se han convertido en guarderías de ancianos.
Naturalmente me gustaría que este sea el año en que crezca la oferta de empleo.
Otra asignatura pendiente es acoger, con la dignidad que merecen, a los inmigrantes.
Ya sé que muchos pensarán que soy mayorcita para escribir una lista de deseos como si los destinatarios fueran los Reyes Magos, pero creo que todo a lo que me he referido depende exclusivamente de lo que todos nosotros seamos capaces de hacer y exigir a nuestros gobernantes.
Mientras tanto, como decía Calderón de la Barca, “...y los sueños, sueños son”. Feliz 2022.