En el único cálculo que no ha fallado Vladimir Putin es en el de su incalculable falta de resonancia emocional. Ese único y mísero acierto en sus planes de invasión le permiten seguir extendiendo la ruina, el dolor y la muerte por los campos cereales y las ciudades de Ucrania, pero no burlar el destino que, antes o después, por sus despiadados actos le aguarda.
Salvo en el de su incalculable falta de escrúpulos, el sátrapa ruso ha errado en todos sus cálculos, lo cual equivale al harakiri en alguien, como él, fundamentalmente calculador. Se equivocó al elegir el momento de la invasión por suponer que la debilidad de Occidente, inicialmente testada en su indolencia ante sus atrocidades en Chechenia o Siria y sus robos a mano armada de Abjasia, Osetia y Crimea, era tan profunda e irreversible como para no estorbarle la invasión de Ucrania con algo más que palabrería condenatoria. El cálculo le salió mal porque, pese a su mirada oblicua de andar calculando friamente todo el rato, se dejó llevar por la impaciencia.
Calculó mal la calidad moral de la inmensa mayoría de los seres humanos, la cual, sin ser en circunstancias normales nada del otro mundo, no es, ni remotamente, como la suya. Aquí cayó en la trampa de la proyección personal, un error fatal en alguien para quien los demás no existen y solo puede proyectarse, consecuentemente, en el vacío. Pero calculó peor, si cabe, el sentimiento de los ucranianos de pertenencia a una nación, hablen en ruso o en la lengua local.
Un narcisista no entiende de sentimientos, y Putin no alcanza a reponerse de la confusión que le produce la resistencia numantina de los ucranianos a causa de un sentimiento precisamente.
Pero en su cálculo más pretencioso, en su cálculo-órdago, el de acojonar e inmovilizar al mundo con la amenaza de sus armas nucleares, esto es, del Apocalipsis, para que se le deje hacer, también ha fallado: este tipo de gente no suele dañarse a sí misma, y la conflagración atómica es lo que tiene, que no dejaría títere con cabeza. Miedo sí que da el ex-agente de la KGB que tiraniza al país más grande de la Tierra, pero la valentía de los ucranianos nos enseña cada día a perderlo. Resistir es vencer, también al miedo.
Habrá que hablar también de los muchos errores de cálculo de Occidente en relación a ese infausto personaje, tantos y tan graves que con ellos se le ha permitido llegar hasta aquí, pero será otro día. Hoy rompe el corazón, y ocupa enteramente la conciencia, la catástrofe humana desencadenada por los crueles cálculos del peor calculador.