Esto parece, a veces, un cuento de terror. O quizá de humor sarcástico, no sé. Que cientos de miles de personas, asomadas al televisor, viesen y escuchasen este miércoles a los dos políticos más importantes del país insultarse llamándose mutuamente ‘mentiroso’ en la sesión de control parlamentario al Gobierno provoca una cierta desazón. ¿Es esta, la de ‘mentiroso’ ‘y tú más’, la política que queremos para nuestro país?
Salí abochornado del rifirrafe, que fue seguido de una clara provocación de la portavoz de Junts en la Cámara Baja, Miriam Nogueras, preguntando a su ‘aliado’ el presidente del Gobierno si cree que va a poder aprobar los Presupuestos, estando Cataluña tan mal tratada presupuestariamente como ahora está. Sánchez, a punto de tomar un avión para viajar inesperada, inexplicada y oficialmente a Marruecos, salió del paso como pudo, pero qué duda cabe de que captó la amenaza: no habrá aprobación de la proposición de ley Orgánica de amnistía, y menos aún de los Presupuestos Generales del Estado, si no hay nuevas ‘concesiones’ a las gentes de Puigdemont. Cuya representante, la señora Nogueras, aprovechó su intervención no solo para lanzar al presidente esa menos que velada amenaza, sino para hacer una apología del independentismo que su grupo, ya digo que en cierta manera ‘socio’ del Gobierno, alienta y por el que trabaja sin descanso.
Este desolador espectáculo parlamentario ocurría a pocos metros de un acto en el que el magistrado que presidió el juicio del ‘procés’, Manuel Marchena, presidente de la Sala Segunda del Supremo, lanzaba ante un par de centenares de personas un inequívoco aviso al Ejecutivo acerca del ‘peligro’ de mantener abierto un conflicto con los jueces. Y ocurría cuando el ministro de Interior, Fernando Grande Marlaska, estaba a punto de ser reprobado en el Senado. Y ocurría, por supuesto, cuando el centro de Madrid se veía en riesgo de parálisis, ‘tomado’ por los tractores de las gentes del campo. Que acudían a protestar al Ministerio de Agricultura, cuyo titular, Luis Planas, sin duda agobiado, sufría un mareo cuando intervenía ante el Parlamento antes de enfrentarse a las iras de los tractoristas. Una mañana muy movida, como se ve.
No puede ser, simplemente no puede ser, que un cuadro semejante pueda pintarse en menos de una mañana y que los representes máximos del Gobierno, Pedro Sánchez, y de la oposición, Alberto Núñez Feijoo, humillado uno y enaltecido el otro por los resultados de las elecciones gallegas, dediquen sus únicos cinco minutos cara a cara -porque en otro ámbito más discreto, por ejemplo en La Moncloa, ni se ven ni se hablan- a llamarse ‘mentiroso’. Y a lo peor tienen razón, puede que uno más que el otro; pero no voy a entrar a discernir ahora por qué razones, nada menos que en una sesión en la sede del Legislativo, propiciaron el lamentable espectáculo, mientras las calles y los salones retumbaban con las protestas. Obviamente, la Legislatura, así, no aguantará mucho.