Las últimas encuestas, incluyendo la del CIS, no son tan, tan malas para el Partido Socialista, creen en la propia sede de Ferraz: sigue por debajo del PP, pero algo menos, cada vez menos. Y viajeros a La Moncloa -no tengo la fortuna de ser uno de ellos, porque allí no a todos se admite por igual- aseguran que su principal inquilino, un mago de la resistencia, sigue optimista. ¿Por qué, con todo lo que está cayendo?
Pues porque en el PSOE, pese a lo mal gestionado que obviamente está, se muestran seguros de que los socialistas estarán de alguna manera en el gobierno de Euskadi (con el PNV; pienso que nunca con Bildu, aunque*) y que encabezarán la gobernación de la Generalitat catalana, con Salvador Illa al frente.
Ciertamente, no habrá victorias aplastantes ni del Partido Socialista de Euskadi, que será el tercero en el pódium de los ganadores, ni del Partit dels Socialistes de Catalunya, que allí será el primero, si bien necesitado, para encabezar el Govern, de la muleta de Esquerra, y quizá de alguna otra más.
Pero el impacto publicitaria que para Pedro Sánchez supondría, seguramente supondrá, que su partido esté en el puente de mando en los dos territorios históricos, tras el desastre sufrido en el tercero de los Galeusca, es decir, Galicia, es muy de tener en cuenta. Sobre todo, viendo cómo La Moncloa es capaz de provocar un efecto multiplicador de imagen ante cualquier éxito, sean las previsiones económicas del Fondo Monetario Internacional, las cifras de inflación y de empleo o las ‘photo opportunity’ de Pedro Sánchez rodeado de colegas extranjeros en sus viajes incesantes.
Y es en esto, en lo de los viajes, donde me gustaría detenerme un momento: no se trata de que el jefe del Gobierno de España se desplace para convencer a nadie de su idea de creación de un Estado palestino, que desde luego ni es nueva ni es suya, ni será él quien la implemente: es que Pedro Sánchez necesita ofrecer la estampa de un hombre de Estado, aceptado y aplaudido en los foros internacionales, y con esa proyección irrumpir, tras los presumibles ‘éxitos’ en las vascas y en las catalanas, en las ya inminentes elecciones europeas.
Y, contra lo que dicen las encuestas, que conceden ahora bastante ventaja al PP, ganarlas, con el socio principal, Sumar, bastante desarbolado y con la izquierda-a-la-izquierda-del-PSOE hecha jirones. El secretario general socialista, líder de los socialdemócratas de la Internacional, único representante del progresismo en el país, ahí queda eso. Los competidos de Pedro Sánchez, sobre todo los que fueron sus aliados, siempre acaban en la cuneta; toma nota, Puigdemont, aunque tú no te alinees precisamente en la izquierda.
Cierto, la debilidad real del Gobierno, al que los ‘pactos Frankenstein’ se le van deshilachando, es bastante grande, y el no haber podido siquiera elaborar unos Presupuestos, aunque fuese para perderlos, evidencia muchas cosas; pero, al menos en teoría y salvo que las cosas se compliquen en Euskadi y, sobre todo, en Cataluña, el PSOE sigue -por el momento-- controlando una mayoría de escaños en la Cámara Baja, donde ya casi se ha olvidado que en realidad fue el Partido Popular quien ganó las últimas elecciones legislativas.
Claro que en este país la memoria es frágil y selectiva y olvida cosas que ayer se dijeron y que hoy se argumentan de manera sustancialmente diferente, verbigracia la amnistía. Y eso, la cualidad del olvido, es otro baluarte para ese optimismo monclovita que tiene al timón al mago de la resiliencia: ¿Que le atacan por un ‘caso Koldo’ que pronto será archivo para la pequeña historia, o por no se sabe bien qué asuntos poco estéticos emprendidos por su mujer, Begoña Gómez? ¿Y qué? Un Gobierno no cae por cosas como esas. Al menos, aquí y ahora.
Así, los líos que puedan derivarse de esas fantasmales comisiones de investigación parlamentaria de la corrupción, o, en otro orden de cosas, el follón monumental de la Federación Española de Futbol, que a todos nos asombra de hasta dónde ha podido llegar, y hasta los clarines de aviso, que no son nada ficticios ni seguramente tampoco exagerados, acerca de la peligrosa situación internacional, quedan relegados a la página par del ‘dazibao’ monclovita: lo importante es que el barco de Sánchez sigue adelante, sorteando todas las tormentas. O eso, al menos, cree, dicen los que visitan el palacio en la Cuesta de las Perdices, el capitán de la nave, que, por lo visto, ni contempla que algo en el entramado pueda salir mal y mandarlo todo al carajo.