Nuestro surrealismo político

El movimiento artístico del surrealismo representa “el triunfo del pensamiento libre y la ausencia de cualquier control ejercido por la razón”. Rompe con la lógica y la realidad convencional y libera a la mente de las restricciones impuestas por la razón y las convenciones sociales hasta mezclar lo absurdo con la realidad cuotidiana.


¿Se puede decir que la política española ha tomado una deriva surrealista? Viendo actuaciones que contradicen el sistema democrático, se puede calificar de surrealista la vida pública del país en la que hay situaciones que parecen sacadas de las obras de Dalí, de Buñuel o del teatro grotesco de Valle Inclán que volvería a calificar la política como “pestífero lamedal”.


Son muchas las situaciones que se escapan a la “razón democrática” y, por tanto, impropias de una democracia de calidad. Por citar unos ejemplos, ahí está el peso determinante de las minorías nacionalistas en la gobernabilidad del país, la descalificación de los jueces por ministros del Gobierno, la colonización de las instituciones, la eliminación de todo control democrático, o que los jefes del Gobierno y de la oposición no hablen ni de las cuestiones de Estado.


La deriva surrealista se completa con los numerosos casos de presunta corrupción en los aledaños de un Gobierno que venía para regenerar la vida pública y lo que genera es a deterioro democrático. En la corrupción política sucede lo inimaginable y desaparece el comportamiento honrado, es la actividad pública ejercida sin control de la razón democrática.


De entre tantos casos sobresalen dos asombrosos. El primero, el del Fiscal General del Estado, investigado por la presunta filtración de información de un ciudadano particular. El borrado de sus teléfonos es propio de un delincuente común destruyendo pruebas después de cometer un delito y su resistencia a dimitir ahonda en el desprestigio de la institución.


El segundo es el caso Koldo-Ábalos. El último capítulo son las declaraciones de Jessica en el Supremo: apartamento de lujo, sueldo en dos empresas públicas sin trabajar y viajes al extranjero como dama de compañía… Es el surrealismo político en estado puro que avergüenzan incluso a los ciudadanos poco sensibles.


¿Cómo puede ocurrir un caso como este en un ministerio? ¿Dónde están los responsables de Ineco y Tragsatec, empresas de Fomento y Agricultura que la contrataron, los organizaron de los viajes del ministro, los escoltas… y cientos de personas que conocían el caso? ¿Cuántas Jésicas más hay enchufadas en ministerios?


Dos conclusiones: la declaración de Jessica prueban que, en contra de la versión oficial, este caso de corrupción no es un bulo inventado por seudomedios o tabloides que le tienen manía al Gobierno. Dos: que esto suceda en España y no pase nada es señal de que esta sociedad está dormida. O muy anestesiada.

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