Un país desordenado

En una ocasión, el entonces vicepresidente del gobierno Alfonso Guerra, se despachó con un titular que todos los medios recogieron en sus primeras planas:” a España no la va a conocer ni la madre que la parió”. La verdad es que lo clavó porque esta España es difícilmente reconocida por nadie. Vivimos tiempos impensables hace nada ¡y mira que han pasado cosas! Sea como sea se impone la realidad y esta es absolutamente preocupante. Desde el desorden es imposible organizar una hoja de ruta que nos sirva de guía como país, el desconcierto ciudadano solo le ayuda a pensar en el hoy y como mucho en el mañana, pero no más allá. Las dificultades crecen cada día y no desaparece ninguna, al contrario, cada día amanecemos con una nueva inseguridad, la mochila está llena y ya no podemos con más. 
 

Los precios de las cosas, la inflación, los recibos que llegan cada mes en forma de cuchillos, la inestabilidad política de un gobierno que tiene que comprar cada día las voluntades de sus apoyos parlamentarios, los anuncios económicos de crecimiento que nunca se cumplen, los repartos dinerarios que llegan incluso a los jóvenes en forma de cheque de 400 euros cuando sus padres no pueden llenar la nevera, la deuda pública que crece desmedidamente y que nadie parece querer entender que la tendremos que pagar nosotros, nuestros hijos y nuestros nietos, porque nada es gratis y todo esto debidamente aderezado con políticas internacionales que convierten a amigos en enemigos (Argelia) y a enemigos en socios de dudosa fiabilidad (Marruecos) y que nos dificultan, todavía más, la compra de gas a precios menos insoportables. Y todo esto sin explicación alguna que nos permita razonar sobre lo que nos está pasando. Lo cierto es que este gobierno de Sánchez que llegó como llegó y anunciándose como el gobierno de la transparencia es el más opaco que recuerdo desde 1976. Eso sí, se le llena la boca hablando de las “clases medias y trabajadoras” pero al mismo tiempo es el auténtico aniquilador de la clase media española esa que siempre sacó a nuestro país de las crisis que nos atacaron con dureza. Esa clase media está cayendo en la pobreza y, sin ella, difícilmente podremos afrontar nuevas crisis o incluso salir de esta. Las soflamas sobre los impuestos a los ricos son cortinas de humo que pretenden confundirnos, afectan, por lo visto, a 23.000 españoles y el gobierno sabe muy bien que eso no recauda y que, además, pone en peligro la continuidad en nuestro país de capitales y empresas, parece darles igual con tal de que los trabajadores compremos ese mensaje de que “el gobierno ataca a los ricos”. El impuesto más injusto después del de patrimonio, es el IVA, que le cobra por igual al rico y al pobre pero, en este caso, el gobierno mira para otro lado porque este impuesto sí que recauda y a lo bestia. Si hacen números, verán que más de la mitad de sus gastos son impuestos que ingresa el estado, incluso con el descuento en los carburantes el estado recauda más dinero que antes de esta crisis. De hecho, son cerca de treinta mil millones de euros el exceso de recaudación que lleva recogidos el estado este año de crisis para todos, menos para Las arcas del estado. 
 

Sin orden no hay concierto y sin partituras no hay orquesta que afine bien. Quizá las urnas pongan las cosas en su sitio porque más errores no podemos cometer.

Un país desordenado

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