Con el único mérito de los años cumplidos y aun siendo muy joven, en los años 1975 en adelante, me sentí protagonista de una historia que empezaba. Era apasionante porque todos los españoles se volcaban en un proyecto común y compartido, alejados de odios y enfrentamientos que nadie deseaba. Construíamos la democracia juntos y cada uno ponía lo mejor de si mismo para que aquello terminara bien, España estaba viva y queríamos democracia, pero, sobre todo, queríamos vivir en paz y concordia sin que nadie sobrara, juntos buscando el bien común. Puede sonar idílico, pero así fue y el éxito que obtuvimos lo celebramos como si fuera el resultado de nuestro trabajo, el de todos y al servicio de España. Aquel tiempo pasó a la historia como “la transición” y fue aplaudida en todo el mundo civilizado como ejemplo del tránsito de un país autoritario a una democracia plena. La aprobación inmensamente mayoritaria de la Constitución del 78 era el culmen del éxito de todo el pueblo español. Ahora, muchos años después de aquello, vuelvo a ver a una ciudadanía que reclama lo mismo que ansiábamos entonces: paz, progreso y libertad. Pero ¿qué ha pasado para que tantos años después los españoles aspiren de nuevo a aquello que habíamos conseguido? Pues me temo que aquella obra de todos se ha puesto en peligro por unos criterios de revisión histórica que no respetan la verdad y manipulan la historia. Se han recuperado odios y enfrentamientos que nos debilitan, actitudes que dividen y decisiones que no se entienden, nos han desordenado todo y nos han sumido en la incertidumbre, han recuperado los miedos y se ha puesto en peligro nuestra convivencia en paz. Y hoy, muy especialmente, nos toca reflexionar y lo haremos porque mañana, de nuevo, seremos todos los españoles los que orientemos la hoja de ruta de nuestro destino y, dada la importancia de la decisión que tomemos, merece todas las reflexiones para tratar de acertar. Es una responsabilidad individual, de cada uno de nosotros, no vale descargar en otros esa responsabilidad, sería temerario permitir que otros decidan sobre tu futuro y el mío ni que nos lavemos las manos como si esto no fuera con nosotros, es la hora de renovar nuestro compromiso con nuestro país y cumplir como ciudadanos yendo a depositar nuestro voto bien reflexionado. Mañana domingo, a las 22.00 horas, conoceremos la decisión que hemos tomado y que marcará nuestras vidas y las de nuestros hijos más allá de lo que podamos imaginar. Los lamentos a posteriori de nada servirán y aquellos que no hayan participado en las urnas, serán también protagonistas, pero de una historia que no han escrito ellos. Como decía la canción que nos acompañó en aquella transición, solo veo a gente que quiere vivir su vida sin más mentiras y en paz. Lo dicho amigos, mañana a votar y… ¡que Dios reparta suerte!