“Peneiras coloradas”

En el arco de ballesta que traza el pueblense arenal Da Illa (a de os Ratos) se alzan voces en rabia: “A peneirar, a peneirar, hasta enterrarlos en el mar”. Alegre canto de los libertadores empeñados en la ardua tarea de limpiar algo más que la playa –el coso de Raxoi– donde se ha de lidiar la batalla que impida que Galicia languidezca bajo el despotismo y el desgobierno y sea todo conforme a la peneira de una nueva sensibilidad ideológica, en la que no quepa jamás un Nunca máis.


Del otro lado, alegre trote, flequillo al viento y al son de Carros de fuego, el presidente, el realista. Alguien entre el séquito de las peneireiras, y a decir de Uslar, advierte: “Rueda se acerca, Rueda invade, Rueda aplasta los níveos pélets de la discordia”. La alerta sobresalta a las peneirantes, que, lejos de arredrarse, peneiran con más brío, mientras repiten el albertino estribillo.


El temido Rueda, a modo de Boves, sigue avanzando sobre el plástico que abafa el arenal de ganas; las de unos y otros por gobernarlo, por hacerlo suyo y decretar sobre él su talento y talante.


Ante la eminencia del choque, las peneiradoras retoman el mantra: “Rueda viene, Rueda se acerca, Rueda invade”. Y otra vez la melodiosa voz del sosiego. Hasta que aquella informe masa que Rueda arrastra, se acerca y pasa. Bajo las rojas peneiras rotas musita un voluntario, dónde está Bolívar, dónde el libertador, y otra vez la melodiosa voz “a peneirar, a peneirar...”.

“Peneiras coloradas”

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