No encuentro otra explicación al ambiente pesimista que vivimos los ciudadanos. Si uno escucha los mensajes del gobierno todo parece ir bien, los datos de empleo son exhibidos como bandera de éxito de un ejecutivo que dice recoger los beneficios de una reforma laboral que, según ellos, ayudó a superar los veinte millones de empleados, contando por supuesto con los llamados fijos discontinuos que son aquellos que trabajan por temporadas y que cuando no trabajan cobran el paro pero no constan como parados, en eufemismo poco edificante a mi juicio, pero políticamente muy comercial.
Habla también la ministra de economía y dice que el crecimiento de nuestra economía es espectacular y destaca entre todas las economías europeas. A continuación, el presidente Sánchez habla de los miles de millones que recibimos de los fondos europeos y todos tendemos a levantar la vista esperando sus efectos en nuestros bolsillos, pero esto no llega nunca y los bolsillos de cada uno se llenan de agujeros de tanto buscar monedas. Por si fuera poco, el gobierno reparte entre los jóvenes que vayan a votar por primera vez en las próximas elecciones cheques de 400 euros para comprar juguetes y uno piensa que o estamos locos o nos sobra el dinero, esta segunda opción queda descartada.
A continuación llegan los resultados de las grandes empresas que anuncian beneficios millonarios, obtenidos mayoritariamente en el extranjero, pero en todo caso son números impresionantes. El siguiente anuncio constata que el estado ha recaudado este año diez mil millones más de lo previsto en los presupuestos y la única explicación es que ese dinero ha salido de nuestros bolsillos agujereados con lo que la mayor riqueza del estado incrementa nuestra pobreza y esta es la realidad a nivel de calle: un estado rico con ciudadanos pobres.
Por lo tanto, hemos de concluir que todo va bien pero no nos enteramos, vivimos en la ignorancia. Finalmente nos topamos con la cruda realidad que va mucho más allá de los grandes números que exhibe la macroeconomía para concretarse en las economías familiares y de ahí que más de un setenta por ciento de los españoles confiese que la economía va mal. Porque el día a día nos muestra unos precios de la energía que nos impide calentar o enfriar nuestra casa en función de la estación del año, nos impide usar nuestro coche porque llenar el depósito queda solo para los más potentados, nos hace impensable plantear unas vacaciones en familia porque no hay quien pueda pagarlo, nos vacía el carrito de la compra que solo recoge marcas blancas y de primera necesidad porque comer tenemos que comer y así un largo etc. que ustedes pueden alargar cuanto quieran.
El dato que nos acaba por rematar es el de la inflación: un 10.8 % según el último avance conocido hace un par de días y ante eso se acaban las tonterías. Este es el auténtico impuesto que nos castiga directamente a los ciudadanos y de manera muy especial a los menos favorecidos y, curiosamente, es también el que anuncia mayor recaudación para el estado porque la subida de precios conlleva mayores ingresos por IVA para las arcas públicas.
Por todo ello, mientras el gobierno celebra los datos macro, las familias vemos nuestras cuentas “micro” reducidas a la nada. El ahorro ha muerto ahora solo se trata de subsistir y, pretenden que creamos, que es que somos unos ignorantes. En fin…