La política del rencor

Galicia es tierra de paz y los gallegos han querido salvaguardar este principio como un valor inquebrantable. Es, además, hereditario porque generación tras generación los gallegos renuevan su compromiso con una actitud que rebosa inteligencia. Nada se avanza desde el odio o el rencor pues ambas sensaciones son, al final, daños graves que perjudican al que los practica. Incluso en la política la ciudadanía gallega impone su criterio y aleja del poder a aquellos que hacen política desde esos sentimientos perversos. El PP renueva mayorías porque Galicia no quiere sobresaltos y porque, habiendo entendido el mensaje del pueblo gallego, practica una política que evita enfrentar a unos contra otros y, con aciertos y errores, procura ofrecer esa paz tan ansiada por todos sobre todo en tiempos de dificultad. La izquierda no lo entiende, lleva su política de enfrentamientos permanentes contra todos y contra todo. No defienden el gallego como un bien cultural patrimonio de todos los gallegos, lo hacen atacando a la lengua española que es, también, patrimonio de todos los gallegos.


Aquellas pajas que la izquierda ve en el ojo ajeno les ciegan para ver las vigas en sus propios ojos. Sufren los izquierdistas gallegos el mismo mal que la izquierda española, veamos, si Maroto se hace senador por una comunidad autónoma o si Macarena Olona se presenta por Granada ponen el grito en el cielo por que “no son de allí”, pero si Yolanda Díaz, ferrolana y coruñesa reconocible se presenta por Pontevedra y obtiene su escaño por esa circunscripción, no pasa nada. Yolanda ni es de Pontevedra ni vive ni vivió ni tiene intención de vivir nunca en esa capital de provincia. La izquierda sabe perdonarse y sus acólitos mediáticos saben edulcorar sus penitencias. Más de ochenta años después de finalizada la guerra civil española, la izquierda no duda en rememorarla, buscan la España de los dos bandos que ya solo existe en su imaginario sectario, pero saben que a su tropa les gusta ese mensaje para embarrar a la propia democracia. El motivo no es otro que sobrevivir, la izquierda necesita tensión permanente, aunque al generarla, destruyan la paz social que tanto necesitamos los españoles.


No se ruboriza la izquierda cuando habla de corrupción para atizarle a la derecha pero olvida, eso sí, su propia corrupción que, en Andalucía, está suponiendo a día de hoy, cientos de millones dilapidados en los ERES o en los cursos de formación que salpican de paso a los sindicatos cómplices que solo recogen el cabreo de los trabajadores cuando no gobierna la izquierda. Recuerdo una viñeta publicada hace ya un tiempo que recogía un dibujo de unos sindicalistas alrededor de una mesa y decían:” la clase trabajadora empieza a estar harta, y en cuanto haya un gobierno de derechas nos van a oír”.


La última “guerra” de la izquierda es el numerito que están montando en torno a la visita del Rey emérito a Sanxenxo. Con sus muchas luces y con sus sombras, el Rey Juan Carlos puede venir a España cuando le plazca, ayer mismo el CIS de Tezanos, que no es un monárquico precisamente, nos decía que la monarquía española preocupa al 0,10 de la población española. Seguramente el Rey eligió Galicia porque sabe que esta tierra es más de amor que de rencor. La izquierda no se entera.

La política del rencor

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