¿Qué más puede pasar?

No recuerdo en el tiempo ningún momento en el que tantas adversidades se hayan puesto de acuerdo para instalar en nuestras vidas el desorden total que hoy padecemos. 
 

Podemos analizarlo desde cualquier punto de vista y no veremos luz en el horizonte, vamos que por no ver no vemos ni el túnel. Si tomamos una perspectiva social, este tiempo pasará a la historia de nuestra sociedad como el de la destrucción de la clase media española esa que siempre le sacó las castañas del fuego a nuestra economía y tiró del carro en momentos de dificultad. Esa que hacía fuerte a la familia y podía atender sus necesidades con esfuerzo pero con esperanza. Tan es así que el propio gobierno en todas sus declaraciones la incluye en el rango de “clase media y trabajadora”, como si en el pasado la clase media no se dedicara a trabajar, claro que lo hacía y con eficacia demostrada. Ahora aquella clase media ha bajado hasta la base de la pirámide y sufre hasta lo indecible para lograr subsistir, muchas familias de clase media forman parte de la España empobrecida y se ven en la obligación de recurrir a ayudas y subsidios que el gobierno reparte para comprar voluntades.
 

Cuando nos rebajan 20 céntimos en el carburante, cuando pretenden “topar” el precio de la compra, cuando a nuestros hijos les dan un cheque de 400 euros para comprar juguetes, cuando se reparten rentas de inserción social, cuando se subvencionan entidades sociales, políticas y económicas, cuando los impuestos son ya los “recibos” que no podemos pagar, entonces el estado se apropia de las vidas de los ciudadanos y nos hacen esclavos del propio estado. Están gestionando pobreza y destruyendo auto estima. Un pueblo dependiente del estado es un pueblo obediente, hasta el hartazgo que veo próximo y entonces veremos la respuesta que, espero y deseo que no sea en forma de estallido social, aunque la situación de agobio y ansiedad que sufrimos no sé a donde puede llegar. En lo económico no les cuento porque ya lo saben, todo vale menos y todo cuesta más, todo salvo los impuestos que nos cobran que parecen ajenos a nuestra realidad. El estado es intransigente a la hora de cobrar hasta el punto que muchas familias se ven en la obligación de renunciar a recibir sus herencias por no poder pagar los impuestos, eso sí, no en todos los sitios porque en España no es lo mismo morirse en Galicia que en Madrid o Andalucía. Me dicen que a algunos les va muy bien hoy en día sin embargo la “gente del común”, como les gusta llamarnos a algunos, las estamos pasando canutas para salir adelante. No, la economía no va bien pero el estado recaudó en el primer semestre de este año unos diecisiete mil millones extras que sacó de nuestros bolsillos por la inflación y la desmedida subida de los precios. 
 

Políticamente andamos como andamos y la cosa no pinta bien, las elecciones que nos devuelvan la palabra a los ciudadanos están lejos y el gobierno no está dispuesto a mover ficha porque las encuestas no le van bien. Todo esto en la misma coctelera es lo que nos está arruinando. La paz tampoco nos da tregua, Ucrania, Putin, China con Taiwán y ahora Turquía con Grecia, entre otras muchas guerras nos mantienen en vilo y nos hunden un poco más. Y, por si fuera poco, la Reina Isabel II se va. Pues que descanse en paz esa que nosotros hemos perdido.

¿Qué más puede pasar?

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