Disculpen que insista en la obsesión normativa de la Universidad española. Hace una semana hablaba de la diarrea de leyes universitarias de todos los gobiernos, menos el de Rajoy, pero no tenía espacio para comentar un proyecto de real decreto que vuelve a jugar con las palabras. Así, lo que antes era rama, área y últimamente ámbito de conocimiento, se propone convertir en campo. Parecen trileros del lenguaje. A ver si soy capaz de explicarlo.
Hasta hace dos días, los títulos universitarios pertenecían a una de las cinco ramas de conocimiento: Ingeniería y Arquitectura, Artes y Humanidades, Ciencias Sociales y Jurídicas, Ciencias de la Salud y Ciencias. Y los profesores se encuadraban en 190 áreas de conocimiento agrupadas en Departamentos como cada Universidad convenía.
Con un real decreto de 2021, las cinco ramas pasaron a ser 32 ámbitos. Los que al ministro Castells se le ocurrieron (imagino que con ayuda e influencias varias, siempre interesadas). En 2023 llegó la LOSU de Subirats y decidieron que los ámbitos eran para los profesores, no para los títulos. Y que los títulos se encuadrarán, según el proyecto, en “campos”, ni en ramas ni en ámbitos. Por cierto, los 32 ámbitos de conocimiento de títulos se han convertido en 42 al aplicarlos a los profesores, y al transformarse en campos ya no son 32 sino 34. Bueno. Los trileros nunca hacen nada por casualidad. A alguien cercano al texto le interesaría el cambio.
Les pongo el ejemplo del mundo de la comunicación social. Todas las titulaciones impartidas en las Facultades de Ciencias de la Comunicación o de la Información (sí, también la cosa tiene su gracia) se adscribían a la rama de Ciencias Sociales. Desde el año 21 pueden pertenecer al ámbito de “Periodismo, Comunicación, Publicidad y Relaciones Públicas” o al ámbito de “Industrias Culturales: diseño, animación, cinematografía y producción audiovisual”. Si el nuevo proyecto va adelante, ya podrán adscribirse a tres: “Comunicación”, “Periodismo, publicidad y relaciones públicas” e “Industrias culturales: diseño, animación, cinematografía y producción audiovisual”. Podrían haber incluido los videojuegos, el sector editorial, el de la música, el teatro, espectáculos en directo… Parece una broma pero no lo es. Porque el concepto de Industrias Culturales sirve para la canalización de fondos públicos y para la organización de mercados a nivel internacional.
La comunicación social incluye como mínimo todos los procesos de creación de contenidos para prensa, radio, televisión, cine y naturalmente internet, que son simples medios de distribución, con más o menos sentido artístico y cultural, casi siempre con mucha intención industrial en cuanto rentabilidad económica. Separar un reportaje de un documental, una serie de un largometraje, un podcast de un espacio de radio, o un programa de televisión de uno de Youtube, simplemente es no conocer en absoluto el mundo de la comunicación. Que se dediquen a la información, la persuasión o el entretenimiento es un matiz posterior, de especialización temprana pero no para separarlos como “ramas, áreas, ámbitos o campos” independientes en la estructura universitaria de un país.
En cuanto a los profesores, se incorporaban a dos posibles áreas: Periodismo, por un lado, y Comunicación Audiovisual y Publicidad, por otro. Con el proyecto de real decreto, estas dos áreas se funden en un solo ámbito: Comunicación e Información. Aquí me duelen las manos de aplaudir. Porque simplifican, aunque mareen con los nombres.
Hablo de comunicación, podría referirme al turismo, el marketing, estudios de género… pero me quedo otra vez sin espacio. Yo también juego con las palabras. Y no son la solución a los problemas de la Universidad.