La vicepresidenta Díaz lleva tiempo anunciando la reducción de la jornada laboral sin tocar los salarios: “queremos trabajar menos para vivir mejor”, dice, y amenaza que se hará “manu militari”, con o sin la patronal.
Es verdad que la reducción de la jornada es una medida positiva para los trabajadores. Facilita la conciliación entre la vida personal y profesional y las personas disponen de más tiempo libre para dedicar a sus familias, a sus hobbies y a su bienestar personal.
Pero también es verdad que tiene un impacto negativo en las empresas, sobre todo en determinados sectores de actividad, como la hostelería, el campo, el comercio y en otros ámbitos profesionales y técnicos. Muchos expertos consideran que esa reducción disminuye la productividad, que en España ya es un 25% inferior a la de los países de la zona euro, y la competitividad. Menos horas de trabajo significan menor producción, especialmente en empresas y negocios donde la presencia física es crucial, y esto lleva a menor capacidad para cumplir con los demandas de productos y servicios del mercado, lo que afecta a la eficiencia operativa de las empresas.
Por otra parte, asumir el coste salarial reduciendo la jornada resultará muy gravoso para muchas empresas que tendrán difícil competir con las que mantienen horarios más largos especialmente en un mundo globalizados, lo que va a derivar en pérdida de cuota de mercado al no poder mantener el ritmo de producción necesario para atender a los clientes.
En el caso de España más del 90% de las empresas son Pymes y pequeños negocios que no pueden asumir este desafío. Para que muchas pequeñas empresas y negocios familiares mantengan su rentabilidad necesitan una dedicación full time, más allá de las 37,5 horas semanales.
Dos datos relevantes: los alemanes vinculan la competitividad con la productividad y consideran que es imposible ser más competitivos trabajando menos y con el mismo coste salarial. Por su parte, el Fondo Monetario Internacional advierte que los salarios acabarán soportando el coste de la reducción de jornada y esa reducción tendrá consecuencias en el empleo.
Pero promover un equilibrio entre trabajo y vida personal puede contribuir a contar con trabajadores más felices. La pregunta es si nuestro modelo económico puede permitirlo con un coste de 12.000 millones para las empresas por la vía salarial y de la producción que dejarán de obtener.
Dicho lo anterior, dado que la mayoría de los trabajadores ya disfrutan por convenio de la semana de 37,5 horas, la ministra tiene que explicar sus bondades y cómo la pueden conseguir los pluriempleados en dos o más trabajos -hay más de 600.000 en España y 34.000 en Galicia-; los fijos discontinuos; los parados que quieren trabajar y no pueden, los hosteleros, los comerciantes, los taxistas… Somos todo oídos.