La reputación de la Complutense

El caso de la mujer del presidente tiene muchas facetas y ramificaciones. Al margen de la falta de explicaciones, de las inconcebibles críticas de ministros al juez instructor, de la declaración de su marido y de lo que dictamine la justicia al final, una de las ramificaciones afecta a la Universidad Complutense (UC) y a su reputación, que es lo que interesa para este comentario.


El rector, Joaquín Goyache, declaró en sede judicial que la UC creó la Cátedra de Transformación Social Competitiva días después de acudir a Moncloa. Aceptó la  propuesta-petición de la señora Gómez “por el interés de la materia, el apoyo financiero que ya tenía y por su experiencia profesional”.  


El mismo rector admitió, también en sede judicial, que esa cátedra es la única de la UCM dirigida por una persona que carece de título oficial, sin acreditar méritos académicos para su desempeño. Dos vicerrectores testificaron también que no recuerdan precedentes de una cátedra universitaria dirigida por una persona sin titulación superior. 


Ahora, cuatro años después, ante el cariz que tomaron los hechos, la misma UC envió al juzgado un informe en el que denuncian que la señora Gómez Fernández pudo cometer un delito de apropiación indebida al quedarse con el software financiado por Telefónica, Indra y Google, que era propiedad de la institución académica. Denunció incluso que ella creó una sociedad mercantil con el nombre de la aplicación informática “sin su participación ni conocimiento”.  Y el rector declaró ayer como imputado.  


Varios analistas y expertos creen que no hay delito penal en la actuación de la señora Gómez, ni en el proceder de la UC y sostienen que este asunto es un ejemplo claro de “capitalismo clientelar” en el que todos trataron de complacer a la esposa del presidente del Gobierno “por ser vos quien sois”, sin que vieran nada ilegal. Y probablemente sea así. 


Lo grave es que tampoco vieron nada éticamente reprobable. Que el rector de la primera universidad de España acuda a la llamada de la mujer del presidente y, obnubilado, le otorgue una cátedra sin titulación, entraña un grave daño reputacional para la institución académica. ¿Por qué el centro educativo no examinó previamente los riesgos reputacionales, éticos y estéticos de esa decisión?


Las universidades deben cuidar con esmero su reputación porque, en palabras de don José Ortega, son la institución más importante que la sociedad se dio a sí misma, un pilar fundamental como fuente de conocimiento, innovación y desarrollo.  Una buena reputación atrae a estudiantes talentosos, a profesores e investigadores de calidad, y financiación y colaboración de otras instituciones y empresas.


Este caso deja cicatrices en la Complutense que solo se curarán con el tiempo si la institución vuelve a ajustarse a las normas y estándares éticos del ámbito educativo. 

La reputación de la Complutense

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