¡Rodar y rodar! ¿Rodar y rodaaaar! Ya , pero ¿por dónde?

¡Rodar y rodar! ¿Rodar y rodaaaar! Ya , pero ¿por dónde?

Estoy muy indignada


“Pues vaya cosa”, se dirán ustedes. “A ver quién no está indignado hoy en día, por una cosa u otra”. Pues no crean, ¿eh?, porque ya hay muchos que pasan de todito. Bueno, tal vez la palabra no sea “indignada”, porque cuando uno está acostumbrado a algo –ya sea bueno o malo, que quizás sea lo que les suceda a los que “pasan de todito”—, va perdiendo la capacidad de asombrarse y, por ende, de alegrarse o indignarse; lo cual es una pena, por cierto, porque así nos va como nos va, o sea, daquella manera. Al final, nos pasará como al burro del gitano, que cuando nos acostumbremos a no comer, vamos y nos morimos. O peor todavía, nos sumiremos en una agonía constante. Y, la verdad, pasarme el resto de mi vida –que espero que sea razonablemente largo— agonizando, no me hace pugnetera gracia. ¿Se imaginan ustedes?, ¿vivir entre fiebres, sudores, estertores, idas de olla, escalofríos y todo lo que implica una agonía en toda regla? No, no, ¡me niego! Yo seguiré estando indignada por muchas que me hagan y mucha costumbre que tenga de “pasar por el aro”; no por gusto, por supuesto, sino porque no me queda otro remedio, ya saben: la ley, las normas, la buena educación, la jerarquía… Pero, oigan, siempre nos queda el derecho al pataleo, qué caray; y yo, cuánto más vieja me hago, más pataleona me estoy volviendo. ¿Vieja cascarrabias, quizás? ¡No, no contesten, que ya me los estoy imaginando!...

 

 

Y por qué estoy indignada, se  preguntarán ustedes…


Pues les cuento. Resulta que la semana pasada me llegó el recibo del Impuesto sobre Vehículos de Tracción Mecánica (IVTM). Hasta aquí todo bien. Servidora es ciudadana ejemplar y comprende que hay que pagar para poder disfrutar de servicios e infraestructuras, pero… Les sigo contando.


Yo tengo un modesto automóvil de edad provecta –casi como yo, mismamente— por el que me han cobrado 132 € y pico. Mi vecino tiene un hermoso coche –no tanto como el mío, ¿eh?, que el mío es preciosérrimo—, grande y nuevo, por el que ha pagado 62 € y pico. A ver, Sr./Sra. Concello/a, ¿me tiene manía sólo a mí o es a todos que no nos podemos permitir cambiar de coche en general? Porque la diferencia es sustancial, ¿o no? Si me cobrasen menos –por eso y por otras cosas—, a lo mejor podía ir ahorrando para cambiar de coche, vamos, digo yo. ¿O me estarán insinuando –con este flagrante agravio comparativo— que debería deshacerme de mi hermosura de la creación automovilística hispana? No, no, si es así, que me lo digan claramente. ¿Sí? Pues que me den un préstamo a coste cero para poder cambiarlo o que me indemnicen debidamente por su desguace, como hicieron en su día con la mitad de la flota pesquera. Pero ¿saben que les digo? ¡Que ni lo sueñen! ¡Ni lo uno ni lo otro! Pienso seguir con mi Coquito –sí, tiene nombre, ¿qué pasa?—  hasta que no pague impuestos por haberse convertido en todo un clásico, ¿qué les parece? Pues eso.


Y ahora que lo pienso… Esto del IVTM es el vulgarmente conocido como “impuesto de circulación”, ¿no? ¡Pero si prácticamente no nos dejan circular por ningún sitio! Y encima cobran más que el año pasado, que había más calles por las que circular y en las que aparcar, porque entre terracitas y presuntas humanizaciones… — aunque yo ya era humana antes, que conste—. Encima, tenemos que ir con el coche de aparcamiento a aparcamiento y tiro porque me toca, porque de aparcar en la calle, tararí que te vi. A mí que me descuenten del IVTM lo que pago en aparcamientos, incluida la hipoteca que pago por el mío propio, porque… ¡como he comprado una “vaca” –Coquito, perdóname por llamarte vaca—, he tenido que comprar también “unha corte” para meterlo!, como bien nos ha indicado nuestra amada alcaldesa y, lo que dice nuestra amada alcaldesa, va a misa.

 

 

Gran Premio de A Coruña


Sí, sí, sí, como lo leen. En nada, nos cortarán el Paseo Marítimo y los Cantones –a eso ya estamos acostumbrados— para celebrar el Gran Premio de A Coruña de Fórmula 1 y, si no, al tiempo. Nos están convirtiendo la ciudad en un bonito circuito automovilístico urbano, o sea, un óvalo por el que dar vueltas y vueltas para que al final gane Verstappen. Mi no entender, lo perjuro por mis niños. Que se preparen Mónaco, o Abu Dabi, que van quedar a velas vir. Pero bueno, un momentito, que la cosa también tiene sus ventajas, no todo va a ser ponerle pegas al asunto. ¡Por fin nos asfaltarán el óvalo circulatorio automóvilístico para tenerlo bonito para la Fórmula 1! Porque, ahora mismo, reconozcámoslo, sólo vale para el Campeonato Mundial de Motocross o BMX. Bueno, menos da una piedra… Con un cañón de nieve también da para deportes de invierno… ¡extremos! Sr./Sra. Concello/a, yo de usted aceptaría la idea, que se la ofrezco de todo corazón a coste cero. Bueno, vale, pueden ponerle mi nombre al circuito.

 

 

¡Vamos, que nos vamos!


Pues sí, nos vamos. “Y, ¿adónde?”, se preguntarán ustedes –porque se lo preguntarán, ¿a que sí?—. Pues no sé, a cualquier ciudad dormitorio de los alrededores –hecha o por hacer…—donde se pueda hacer algo más que pasear y tomar cafeses en las terracitas, como –verbigracia—, trabajar, ir a la compra o ir a buscar a los niños al cole y a sus múltiples actividades extraescolares con tu coche, no en taxi o en tuk tuk, dentro de nada. Por cierto, ¿cuánto pagará de IVTM un tuk tuk? Hm… A lo mejor nos conviene… Por cierto (bis), en mis tiempos antañosos a los tuk tuk los llamaban “motocarros” y se usaban para trabajar, no para pasear, que también es muy loable, ¿eh? Pasear siempre ha estado muy bien.


Yo a todo esto sólo le veo un problema –bueno, quien dice uno…—. De hecho, a poco que se fijen, también lo verán ustedes. El centro se está quedando sin comercio, es decir, bajos cerrados con sus consiguientes pintadas, basura, carteles anunciadores de todo, okupaciones, etc. ¿Para qué me voy a ir de compras al centro de la ciudad y gastarme 10 € en aparcamiento o taxi si en un macrocentro comercial de las afueras o en mi ciudad dormitorio puedo aparcar gratis? Pues eso, que bajos comerciales cerrados o… convertidos en local de hostelería. ¿Para quién? Pues, a la larga, para turistas, porque, ¿a ver quién es el guapo/a nativo/a que se coge un bus por el simple capricho de tomarse un café en el centro o que paga por el susodicho café el euro y pico que le cuesta más el taxi? Cuando nos vayamos muriendo los afortunados que vivimos en la zona que se puede andar a pie, lo único que va a quedar en nuestra privilegiada península serán pisos turísticos, tiendas de suvenirs, cadenas de hostelería y venta de excursiones a los puntos de interés circundantes. Todo serán visitantes admirando nuestra hermosa decrepitud de “bulebares” arbolados que comprarán imanes para la nevera y comerán lo más cutre que encuentren, como hacemos todos en las mismas circunstancias. Vamos, que acabaremos humanizando la ciudad para los humanos turistas, que también tienen derecho a la vida –no voy a ser yo quien se lo niegue, avemariapurísima—, pero acabaremos con la esencia de la ciudad y de sus ciudadanos. Pena, penita, peeeena, peeena…

¡Rodar y rodar! ¿Rodar y rodaaaar! Ya , pero ¿por dónde?

Te puede interesar