Rutinas

Un martes más, la primavera se asoma tímidamente, como queriendo anunciar el verano, aunque los días siguen vestidos de viento y abrigados de nubes. Eso sí, la luz nos visita más horas. Así, en mi rutina semanal de cronista -título que me regaló mi querida Silvia Salgado-, me refugio en mi rincón favorito del salón, cortinas corridas, dejando que la claridad se cuele tímidamente y la inspiración llegue de la mano de algún recuerdo, lectura o encuentro.  Alexa me conoce y sabe de mis músicas para momentos de escritura. Las ideas se desperezan tras los primeros compases de Alexandra Streliski y bailan con intención de descansar en el archivo abierto. El resto, como diría Hamlet, “el resto es silencio”. 


Repaso las notas que voy tomando en momentos de esperas, cotilleo el calendario de la semana por si hubiese una fecha digna de resaltar, la lectura del mes o los podcasts que me acompañan en mis paseos. Rituales cotidianos en medio de los cuales se suele colar el hilo del que tirar para coser el vacío de la hoja en blanco. 


Parece ser que automatizar algunos actos diarios nos permite liberar espacio mental para dedicarlo a asuntos más relevantes o creativos.  ¿Será por eso que algunas ideas geniales surgen en momentos cotidianos? Un viaje largo en coche, especialmente si voy sola, la mítica idea brillante que aparece mientras me ducho o cocino. Se trata de un proceso parecido al que denominamos en Programación Neurolingüística “la búsqueda transderivacional”, para que nos entendamos, es como si tuviéramos un Google silencioso que sigue buscando ideas al ejecutar actos rutinarios, ofreciéndonos nuevas conexiones. Surgen así ideas originales, y relaciones más profundas entre patrones de comportamiento y la experiencia de referencia asociada a dicha conducta.


A la velocidad a la que pasan los días, donde me llegan constantes notificaciones al móvil y solicitudes de reunión, de esas que casi respondo como autómata, sintiéndome poco dueña de mis días de semana, las rutinas me aportan orden y coherencia. Las rutinas, de autoría propia, son mis pequeños terrenos de libertad. Mis publicaciones en redes sociales, que creo al momento, nada de programaciones, pura inspiración matutina y escritura automática con un enfoque del día, una imagen inspiradora y una música ad hoc.  Ducha exprés, me visto con la ropa que he escogido según el clima, mi agenda y sobre todo mi estado de ánimo, y que paciente me espera encima de la cama. Mientras desayuno mi café con leche fría (si fría, invierno y verano) y mi tostada (aquí varío entre aguacate, aceite y tomate, queso fresco y salmón… generalmente salado), lectura rápida de la prensa, ahora ya en formato digital -aunque añoro el olor de la tinta y el tacto del papel de periódico-. Garaje, coche, ruta, parking de Hi y entro en el mundo DEMADI. A partir de ahí la agenda es menos mía pero siempre hay espacio para mis libertades, máxime cuando se disfruta de lo que se hace y se comparte con quien se aprecia. No faltan, entre mis rituales cotidianos, mensajes y llamadas sentidas y de las que dan sentido a mi vida.


Mientras se apaga el día y la claridad se esconde, me despido de esta maravillosa rutina semanal con Elvira Sastre quien nos recuerda que “rutina también es querer vivir todos los días algo inolvidable.”

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